jueves, 21 de mayo de 2015

ENTREVISTA A RODOLFO LLINÁS.


03 mayo 2014

"Colombia es una cenicienta que quiere ir al baile de los países desarrollados"

Rodolfo Llinás, uno de los científicos más importantes del país, critica un sistema educativo que no respeta a los niños y no les enseña lo que necesitan. 
"Colombia es una cenicienta que quiere ir al baile de los países desarrollados". Rodolfo Llinás estuvo en la Cumbre Líderes por la Educación, en Bogotá, y presentó su visión, profundamente crítica, sobre el estado de la educación en Colombia.

SEMANA: Usted lleva 52 años fuera de Colombia, pero nunca ha faltado a una cumbre como la que se realizó esta semana para hablar de educación. ¿Por qué?

RODOLFO LLINÁS: Es muy sencillo, es mi patria. La recuerdo con enorme cariño. La patria es como la primera novia que uno tiene: totalmente inolvidable.

SEMANA: ¿Y entonces por qué se fue? 

R. LL: Porque no había posibilidades en Colombia.

SEMANA: ¿Posibilidades para hacer qué?

R. LL: Para la ciencia, que era lo que yo quería hacer.

SEMANA: ¿Y cree que hoy, 52 años después, sí hay esas posibilidades?

R. LL: No. Hay muy pocas. Mucha de la gente que va a especializarse y regresa tiene que devolverse porque en Colombia no hay posibilidades. Otros acaban teniendo un trabajo en el que no practican lo que estudiaron y muchos terminan de políticos o haciendo otras cosas. ¿Imagínese uno de físico qué puede hacer aquí?

SEMANA: ¿Cómo lee a un país que no valora la ciencia ni a sus científicos?

R. LL: Es un país que está retrasado intelectualmente. Un país no valora la ciencia porque nadie les ha enseñado  a sus ciudadanos su valor. Y si los dirigentes no lo entienden es porque no les interesa. A muchos lo único que les importa es tener dinero, tener viejas, tener poder.

SEMANA: Usted viene en un momento muy importante para este debate. Muchos dicen que la educación en Colombia está en crisis. ¿Qué piensa?

R. LL: Yo creo que no hay ninguna crisis. Una crisis ocurre cuando algo malo pasa. Pero cuando es crónico ya no es crisis. Es simplemente el estado triste de Colombia. Cuando hicimos la reunión de los sabios yo dije: “Colombia es una Cenicienta que quisiera ir al baile de los países desarrollados”.

SEMANA: ¿Qué quería decir con eso?

R. LL: Cualquier otro grupo humano daría lo que fuera por tener la tierra colombiana. ¿Se imagina? Con dos océanos, con agua dulce, con todo prácticamente… La vida en Colombia es demasiado fácil. No hay invierno, la gente no se muere de desnutrición. Hay una frase en inglés que describe eso “Such is life in the tropics” (“Así es la vida en el Trópico”). Por eso yo siempre he dicho que Colombia tiene mejor tierra que gente.

SEMANA: Esa es una frase muy cruda.

R. LL: No lo es. Colombia tiene una posición fantástica en el globo terráqueo. Pero la gente que vive ahí, precisamente porque vive en un lugar fantástico, no tiene que competir para vivir. Salen y se comen su plato de comida sin problema. Entonces la gente cree que la vida es para gozar.

SEMANA: ¿Y si no es para gozarla, para qué es?

R. LL: No es para gozarla, es para pensar, que es una manera más sofisticada de gozar. Es decir, a mí me parece sumamente interesante que la gente quiera, como me decía un amigo, es “rumbear todo el tiempo”. ¡Qué cosa tan aburrida! No podemos pasárnosla de cha, cha, cha hasta la muerte.

SEMANA: ¿Y usted por qué cree que queremos solo vivir para rumbear?

R. LL: Porque no hay educación.

SEMANA: Se cumplen 20 años de esa Misión de Sabios que reunió a los más importantes intelectuales, incluido Gabriel García Márquez, del país a hablar de educación. ¿Qué balance tiene de ese esfuerzo?

R. LL: Hicimos gran cantidad de libros, yo escribí uno que se llama El Reto. Llegamos a toda clase de conclusiones que nunca nadie leyó. Se habló de que se invirtiera en ciencia y tecnología por lo menos el 1 por ciento del PIB y que lo deseable era que fuera más. Hoy esa inversión no alcanza a ser ni el 1 por ciento que deseábamos en esa época.

SEMANA: ¿Qué más siente que falta por hacer?

R. LL: Primero hay que reconocer la importancia de la educación. Colombia no será nada hasta que no eduque su gente. El problema siempre ha sido que no se optimiza a los individuos, no se les da la posibilidad de llegar a lo mejor que pueden ser. Eso solo se logra con educación pues al fin y al cabo esta se trata simplemente de optimizar las capacidades cerebrales. ¿Cómo hacemos para optimizar? Hay que trabajar más porque la gente entienda, que la gente sepa algo. El saber es simplemente poder poner en contexto lo que uno sabe.

SEMANA: Usted ha dicho que la educación es tan necesaria como el agua…

R. LL: Sí. La educación más que importante es esencial. Si no se le da al cerebro la capacidad de optimizar seremos individuos de segunda clase que no alcanzamos todo lo que podíamos ser. La ventaja de la educación es que si se hace bien mejora la calidad del individuo, por eso digo que es como el agua o una buena comida.

SEMANA: ¿Cree que los niños y niñas colombianos tienen hoy un buen menú en ese sentido?

R. LL: El problema con los niños es que no los quieren, no los respetan y no les ponen atención. Los niños sí saben lo que quieren, pero esto es muy distinto a lo que les dan en la escuela. Entonces hay rebeldía intelectual, no aprenden, se jartan. Se requiere una postura diferente del sistema de educación que entienda que los niños son seres pensantes y sumamente inteligentes. Hay que saber qué es lo que les gusta, porque lo que les gusta es lo que saben hacer mejor.

SEMANA: Si tuviera que hacer un diagnóstico de los problemas de la educación en Colombia, ¿cuáles serían sus conclusiones?

R. LL: Para mí el problema es de la metodología y de la estructura de los profesores. Los profesores quieren tener una posición no de guía, sino de maestros en donde solamente ellos mandan. Son ellos quienes les dicen a los niños qué tienen que aprender y si pasan o no pasan. Así es imposible. No son instructores, sino personas que quieren tener poder, poder de rajar y de expulsar de la escuela.

SEMANA: ¿Y la metodología?

R. LL: Es muy sencillo. Tiene que ver con los cursos y las cosas que se enseñan: geografía sin historia, matemáticas sin geografía. Se enseñan cosas por separado. ¿De dónde sale la geometría si no hay un contexto histórico? Lo único que importa es saberse las propiedades de los triángulos para obtener una nota.

SEMANA: ¿Cómo debería ser entonces?

R. LL: ¿Para qué sirven los triángulos? Por ejemplo, los mayas, los aztecas, los egipcios hicieron pirámides. Si las miramos encontramos que están preciosamente organizadas con respecto al universo. ¿Cómo hicieron para construir eso? Se requieren tres cosas: las líneas rectas, una piola y un peso. Nada más. Entonces para esas culturas la geometría era una herramienta para hacer agricultura. Cuando uno entiende así, todo es muy diferente. La escuela enseña la ubicación de los ríos, pero jamás explica la importancia del agua. Somos un baúl repleto de contenidos, pero vacío de contexto. De ahí nuestra dificultad para aplicar el conocimiento en la realidad.

lunes, 11 de mayo de 2015

SLAVOJ ZIZEK.

Ideas
 26/05/14

Žižek: Comienza una era de peligro, con varias potencias

Según Zizek, la era estadounidense terminó y ahora existen múltiples centros de capitalismo global que conviven en tensión. “Cayó el Muro pero surgen muros por todas partes”, sostiene.

Conocer a una sociedad no es conocer sólo sus reglas explícitas. También hay que saber cómo aplicarlas: cuándo utilizarlas, cuándo violarlas, cuándo desechar una alternativa, y cuando en realidad estamos obligados a hacer algo pero tenemos que fingir que lo hacemos libremente. Consideremos la paradoja, por ejemplo, de los ofrecimientos hechos para que se rechacen. Cuando un tío mío rico me invita a un restaurante, los dos sabemos que él pagará la cuenta, pero de todos modos yo tengo que insistir un poco en que la compartamos: imagínense mi sorpresa si mi tío simplemente dijera: “Bueno, OK, pagála vos”.

Durante los caóticos años post-soviéticos del gobierno de Yeltsin en Rusia hubo un problema similar. Aunque las reglas legales se conocían, y en gran medida eran las mismas que bajo la Unión Soviética, la compleja trama de reglas implícitas, no escritas, que sostenían todo el edificio social, se desintegraron. En la Unión Soviética, si querías una mejor atención hospitalaria, digamos, o un departamento nuevo, si tenías una queja contra las autoridades, si te citaban en los tribunales o querías que tu hijo o hija fueran aceptados en una escuela del mejor nivel, conocías las reglas tácitas. Sabías a quién tenías que dirigirte o coimear, qué podías hacer y qué no. Después del derrumbe del poder soviético, uno de los aspectos más frustrantes de la vida cotidiana para la gente común fue que estas reglas tácitas se volvieron seriamente difusas. La gente sencillamente no sabía cómo reaccionar, cómo vincularse con las disposiciones legales explícitas, qué se podía pasar por alto y dónde funcionaba la coima. (Una de las funciones del crimen organizado fue proporcionar una especie de legalidad sustituta. Si tenías un pequeño negocio y un cliente te debía dinero, llamabas a tu protector de la mafia, que se ocupaba del asunto ya que el sistema legal del estado era ineficaz.) La estabilización de la sociedad bajo el reinado de Putin se debió mayormente al restablecimiento de la transparencia de las normas no escritas. Ahora, otra vez, gran parte de la gente vuelve a entender la compleja telaraña de las interacciones sociales.

En política internacional todavía no hemos llegado a esta etapa. Durante la década de 1990 un pacto no hablado regulaba la relación entre las grandes potencias occidentales y Rusia. Las naciones occidentales trataban a Rusia como una gran potencia, a condición de que Rusia no actuara como tal. ¿Pero qué ocurre si la persona a la que se le hace el ofrecimiento para que lo rechace en realidad lo acepta? ¿Qué ocurre si Rusia empieza a actuar como una gran potencia? Una situación así es verdaderamente catastrófica, una amenaza para todo el tejido de relaciones existente: como pasó hace cinco años en Georgia. Cansada de que sólo la trataran como a una superpotencia, Rusia actuó realmente como tal.

¿Cómo se llegó a esto? El siglo estadounidense terminó, y hemos entrado en un período en el cual se han ido formando múltiples centros de capitalismo global. En EE.UU., Europa, China y tal vez América Latina, también, los sistemas capitalistas se han desarrollado con orientaciones específicas: EE.UU. apoya el capitalismo neoliberal, Europa lo que queda del Estado de Bienestar, China al capitalismo autoritario, América Latina al capitalismo populista. Luego de que fracasara el intento de EE.UU. de imponerse como única superpotencia –el policía universal– se da ahora la necesidad de establecer las reglas de interacción entre estos centros locales en lo que hace a sus intereses en conflicto.

Es por esto que nuestra época es potencialmente más peligrosa de lo que puede parecer. Durante la Guerra Fría, las reglas de comportamiento internacional estaban claras, garantizadas por la locura –destrucción mutuamente asegurada– de las superpotencias. Cuando la Unión Soviética violó estas reglas no escritas al invadir Afganistán, pagó cara su transgresión. La guerra de Afganistán fue el comienzo de su fin. Hoy, las nuevas y las viejas superpotencias se están probando unas a otras, tratando de imponer su visión propia de las reglas globales, experimentando con ellas a través de sustitutos, que, por supuesto, son otras naciones y estados más chicos.

Karl Popper elogió cierta vez las pruebas científicas de las hipótesis, diciendo que, de ese modo, permitimos que nuestras hipótesis mueran en lugar nuestro. En las pruebas de hoy, los países chicos se lastiman y hieren en lugar de los grandes: primero Georgia, hoy Ucrania. Pese a que las argumentaciones oficiales son altamente morales y giran en torno a los derechos humanos y las libertades, la naturaleza del asunto queda clara. Los acontecimientos de Ucrania parecen algo similar a una segunda parte de la crisis de Georgia: la etapa siguiente de una lucha geopolítica por el control en un mundo desregulado y multicéntrico.

Definitivamente es momento de enseñar algunos modales a las superpotencias, viejas y nuevas, ¿pero quién lo va a hacer? Obviamente, sólo una entidad transnacional puede hacerse cargo: más de 200 años atrás, Immanuel Kant vio la necesidad de un orden legal transnacional basado en el surgimiento de la sociedad global. En su proyecto en procura de la paz perfecta escribió: “Dado que, más estrecha o más amplia, la comunidad de los pueblos de la Tierra se ha desarrollado tanto que una violación de derechos en un lugar se percibe en todo el mundo, la idea de una ley de ciudadanía mundial no es un concepto pretensioso ni exagerado.” Esto, sin embargo, nos lleva a lo que tal vez sea la “principal contradicción” del nuevo orden mundial (si podemos usar el viejo término maoísta): la imposibilidad de crear un orden político global que se corresponda con la economía capitalista global. ¿Qué pasa si, por razones estructurales, y no sólo debidas a limitaciones empíricas, no puede haber una democracia de alcance mundial o un gobierno mundial representativo? ¿Qué pasa si la economía de mercado global no se puede organizar directamente como una democracia liberal global con elecciones mundiales?

Hoy, en nuestra era de la globalización, pagamos el precio de esta “contradicción principal”. En política, las fijaciones de vieja data y las identidades culturales particulares, religiosas y étnicas sustanciales, han regresado con gran fuerza. Nuestro trance está definido hoy por esta tensión: la libre circulación global de commodities está acompañada por crecientes separaciones en la esfera social. Desde la caída del Muro de Berlín y el surgimiento del mercado global han empezado a surgir nuevos muros por todas partes, que separan pueblos y culturas. Tal vez la propia supervivencia de la humanidad dependa de resolver esta tensión.

©The New York Times
Traducción: Román García Azcárate