Profesor titular Universidad nacional de Colombia sede Medellín
Doctor en Educación y Sociedad, Universidad de Sevilla, España
Miembro de GECIPAP
RESUMEN
Este artículo aborda aspectos atinentes a la vida escolar de cara a la democracia y a la convivencia, enfatizando en el papel que le corresponde en la formación de nuevas ciudadanías, en la construcción de la diferencia y la diversidad. La escuela es un núcleo básico de la democracia, donde la formación integral incluye la convivencia como competencia relacional para la vida social, política y cultural de los ciudadanos.
Esta reflexión hace parte de un trabajo de investigación- intervención en las instituciones educativas de Medellín, en la perspectiva de la revisión – reelaboración democrática de los manuales de convivencia escolar.
La democracia como forma de vida apunta a construir formas y relaciones de ciudadanía participativas e incluyentes. La escuela es un espacio de socialización, de formación de cultura y comportamientos ciudadanos democráticos; la convivencia se constituye en uno de los saberes que deben ser aprendidos y practicados en la escena de la cotidianidad escolar y ciudadana.
La escuela cumple diversas funciones, es trasmisora de saberes y conocimientos, formadora y habilitadora de competencias. Uno de los grandes retos y compromisos de la escuela es la formación en la integralidad democrática, de allí la pertinencia y la urgencia de una escuela que comparte y trasmita valores y principios democráticos y convivientes a quienes conforman y participan de la comunidad educativa.
La escuela es epicentro de lo diverso y lo diferente, allí se manifiesta y se presenta el ejercicio de la pluralidad y las libertades las cuales deben estar por encima de los sesgos ideológicos en cualesquiera de sus acepciones, la escuela para ser foro de la democracia y formadora de ciudadanía debe procurar ser abierta, propositiva, crítica; presta a mantener una apertura permanente a la reflexión y al pensamiento en todas sus manifestaciones.
Los problemas y las situaciones de crisis que están presentes en la vida democrática invitan a que la escuela participe de forma activa, informada e interpretativa de los distintos eventos que se presentan tanto en su jurisdicción como en el mundo social.
Pensar la democracia, el conflicto escolar y social, las normativas de la convivencia, las estructuras organizativas del aparato escolar, las formas y mecanismos de participación escolar y político se constituye en una bitácora orientadora y formadora de nuevas ciudadanías democráticas para la práctica y la acción ciudadana.
1. La democracia y la escuela como escenarios de construcción de ciudadanía.
La democracia encierra múltiples acepciones o significados, en el orden político como gobierno de las mayorías que respetan los derechos de las minorías donde se establecen reglas del juego para el respeto de las libertades y los derechos ciudadanos y en el plano social conlleva a la formación de ciudadanos con autonomía de la voluntad y sujetos de responsabilidades civiles en el marco de los derechos y deberes.
La escuela para la democracia es un espacio formador de valores y principios que impulsa los presupuestos básicos de la convivencia y la democracia social y política, si bien, el ejercicio de lo cognitivo se constituye en el objetivo misional central de la escuela, su papel de socializadora de lo socio-cultural, lo ético, moral y pedagógico le responsabiliza respecto a la formación y construcción de nuevas ciudadanías participativas y democráticas.
Desde los griegos donde la democracia fue pensada para los hombres libres que ejercitaban la palabra y la racionalidad como instrumentos de la participación en los asuntos públicos, hasta la modernidad donde la argumentación, la deliberación de contrarios y organización de ideas y pensamientos divergentes, han dado lugar a la formación de comunidades y grupos que logran altos niveles de comprensión, entendimiento y convivencia a través del debate libre de las formas opuesta de ser, pensar y hacer. La democracia se constituye en la forma más abierta y soportable de la vida socio-política.
Uno de los grandes problemas que afronta la vida en democracia es la separación de lo público y lo privado como dos esferas escindidas e irreconciliables. A la escuela democrática que es creadora de subjetividades, le atañe pensar ese divorcio en tanto constructora de ciudadanías, como le corresponde pensar y formar en la paradoja de las libertades contrastadas con la igualdad, porque el credo de libertades formales enfrenta la cruel realidad de las desigualdades e inequidades en el mundo social y político.
La escuela democrática debe asumir un papel activo cuando de la democracia participativa se trata, porque los recientes modelos y enfoques de interpretación de la vida democrática recalcaron en la construcción de lo socio -político desde el individualismo subjetivo, rompiendo con ello, dinámicas societales, comunitarias y públicas, colocando en entredicho la solidaridad social y la convivencia ciudadana.
La democracia de mercado precipitó a un falso consumismo y a equívocas valoraciones de vida buena trastocando las condiciones de existencia de la vida digna ligada a la solidaridad y participación de la vida pública, rompiendo las formas de participación y de vivencias de lo colectivo.
La escuela es epicentro de lo diverso y lo diferente, allí se manifiesta y se presenta el ejercicio de la pluralidad y las libertades las cuales deben estar por encima de los sesgos ideológicos en cualesquiera de sus acepciones, la escuela para ser foro de la democracia y formadora de ciudadanía debe procurar ser abierta, propositiva, crítica; presta a mantener una apertura permanente a la reflexión y al pensamiento en todas sus manifestaciones.
Los problemas y las situaciones de crisis que están presentes en la vida democrática invitan a que la escuela participe de forma activa, informada e interpretativa de los distintos eventos que se presentan tanto en su jurisdicción como en el mundo social.
Pensar la democracia, el conflicto escolar y social, las normativas de la convivencia, las estructuras organizativas del aparato escolar, las formas y mecanismos de participación escolar y político se constituye en una bitácora orientadora y formadora de nuevas ciudadanías democráticas para la práctica y la acción ciudadana.
1. La democracia y la escuela como escenarios de construcción de ciudadanía.
La democracia encierra múltiples acepciones o significados, en el orden político como gobierno de las mayorías que respetan los derechos de las minorías donde se establecen reglas del juego para el respeto de las libertades y los derechos ciudadanos y en el plano social conlleva a la formación de ciudadanos con autonomía de la voluntad y sujetos de responsabilidades civiles en el marco de los derechos y deberes.
La escuela para la democracia es un espacio formador de valores y principios que impulsa los presupuestos básicos de la convivencia y la democracia social y política, si bien, el ejercicio de lo cognitivo se constituye en el objetivo misional central de la escuela, su papel de socializadora de lo socio-cultural, lo ético, moral y pedagógico le responsabiliza respecto a la formación y construcción de nuevas ciudadanías participativas y democráticas.
Desde los griegos donde la democracia fue pensada para los hombres libres que ejercitaban la palabra y la racionalidad como instrumentos de la participación en los asuntos públicos, hasta la modernidad donde la argumentación, la deliberación de contrarios y organización de ideas y pensamientos divergentes, han dado lugar a la formación de comunidades y grupos que logran altos niveles de comprensión, entendimiento y convivencia a través del debate libre de las formas opuesta de ser, pensar y hacer. La democracia se constituye en la forma más abierta y soportable de la vida socio-política.
Uno de los grandes problemas que afronta la vida en democracia es la separación de lo público y lo privado como dos esferas escindidas e irreconciliables. A la escuela democrática que es creadora de subjetividades, le atañe pensar ese divorcio en tanto constructora de ciudadanías, como le corresponde pensar y formar en la paradoja de las libertades contrastadas con la igualdad, porque el credo de libertades formales enfrenta la cruel realidad de las desigualdades e inequidades en el mundo social y político.
La escuela democrática debe asumir un papel activo cuando de la democracia participativa se trata, porque los recientes modelos y enfoques de interpretación de la vida democrática recalcaron en la construcción de lo socio -político desde el individualismo subjetivo, rompiendo con ello, dinámicas societales, comunitarias y públicas, colocando en entredicho la solidaridad social y la convivencia ciudadana.
La democracia de mercado precipitó a un falso consumismo y a equívocas valoraciones de vida buena trastocando las condiciones de existencia de la vida digna ligada a la solidaridad y participación de la vida pública, rompiendo las formas de participación y de vivencias de lo colectivo.
El sentido de la libertad en democracia trasciende el ámbito de la no ingerencia en lo subjetivo o del excesivo intervensionismo de Estado en lo privado. La libertad positiva se plantea desde la autorrealización y la autonomía para la construcción del proyecto de vida individual y a la vez social. En este último ámbito lo material y cultural crea y recrea cosmogonías diversas y plurales que contextualizan los relacionamientos ciudadanos en dialécticas complejas y abiertas como ser humano, social, cultural y político.
Los derechos ciudadanos incluidos las tres generaciones de derechos humanos, se constituyen en los canales de comunicación de la esfera de lo individual y subjetivo a la esfera de lo público a través de Estado de derecho. Este avanza en ese relacionamiento cuando desde el marco de lo constitucional y lo formal se asimila el Estado moderno como portador de lo social y lo democrático y por ende de lo público, (pese a que en muchas de sus actuaciones en el mundo real se comporte como su antitesis).
La convivencia puede ser pensada en la democracia como una construcción social donde intervienen una amplia gama de normativas, las cuales comienzan a conocerse, implementarse y desarrollarse, desde los primeros procesos de socialización - familia, escuela -. Pero es justamente en la escuela vía la diversidad y la diferencia donde se vivencia y racionaliza la convivencia como valor social y político.
La vida familiar está constituida por lo consanguíneo y el afecto como factores reguladores de la cotidianidad familiar, lo cual no excluye factores que impactan negativamente las relaciones familiares de cara a la convivencia. Sin embargo, es en las unidades macros de relacionamientos sociales donde se deben establecer normativas de convivencia amplias por los niveles de complejidad y problematización que implican las múltiples diversidades y diferencias que están insertas en las relaciones de lo social.
La escuela al tener un papel cada vez más activo en los procesos de socialización debe ser entendida como agente dinámico que impulsa desde lo curricular, lo normativo y su estructura general los aspectos de la convivencia. Las estrategias escolares para sociedades complejas y críticas deben incorporar altos componentes sobre valores, principios y comportamientos democráticos y convivientes.
El Estado de derecho es una aproximación a la administración de justicia a través de la positivización de los derechos y la democracia representativa es una forma de gobierno que tiende a aclimatar la arbitrariedad de los gobernantes, son formas limitadas que se complementa con el Estado social de derecho y la democracia participativa en tanto estos son los escenarios donde debe dirimirse las grandes controversias y diferencias sociales y políticas de una sociedad.
La escuela al inscribirse en la democracia como forma de vida regula tendencias individualistas y consumistas y plantea alternativas para la vida social como escenario de realización de proyectos de vida de corte democráticos, impidiendo los aislamientos y la negación a la participación en lo social y lo político. Hoy día la autonomía y la independencia subjetiva cobran sentido si se inscriben en un combate permanente por la democracia social.
Las subjetividades modernas en la era del capitalismo consumista y salvaje rompen los hilos de la solidaridad y la cooperación social, construyen un sujeto trasgredido y trasgresor del vínculo social, dándole énfasis a los logros individuales, efímeros y mediáticos. Se valida todo aquello que se inscriba en las lógicas de ostentaciones y consumos personalizados, exclusivo y excluyentes, produciendo una forma de vida que destaca una intimidad apática, acrítica y conformista produciendo y reproduciendo formas, comportamientos y actitudes amorfas en lo social y lo cultural.
Las tendencias neoliberales plantearon el asunto de las libertades como preocupación del sujeto-ciudadano de forma aislada y descontextualizada, dejando de lado los derechos de tercera generación, denominados como los Derechos Económicos, Sociales y Culturales –DESC-. Sobre el incumplimiento de estos, recae la responsabilidad socio-histórica de la insensibilidad social y la subvaloración del bienestar socio-cultural que ahondo las brechas de inequidad y la marginalidad a la que asistimos entre desconcertados y e indiferentes.
La escuela al ser una célula de lo social es escenario de múltiples problemas, pero al mismo tiempo, lugar y espacio de construcción de la diversidad y de miradas democráticas, que facilitan la formación de la diferencia y de la otredad personal, cultural, filosófica, ideológica, política y social. En los países de la periferia del mundo del capitalista consumista, la escuela debe cumplir un papel protagónico en la democratización de la vida cotidiana cumpliendo a más de la universalización de la escolaridad con la de ser una institución aperturista, crítica y propositiva.
El nuevo ciudadano por el que propende la escuela en y para la democracia debe ser informado, deliberativo y con capacidad cierta de decisión ante los eventos, hechos y relaciones en lo socio-político. El ciudadano que entienda que la inclusión, el ejercicio de las libertades y la equidad son parte del ABC de la democracia entra en un proceso de socialización democrático que le permite vivir e interpretar el mundo escolar como parte del todo social político y cultural.
2. Escuela, democracia y conflicto escolar.
La conflictividad social se manifiesta en la escuela como parte del relacionamiento de los seres humanos o como el deterioro social, en los distintos ámbitos de la vida socio-política y cultural. Por ello, muchos aspectos del conflicto se expresan en la escuela afectando aspectos de la calidad, de la convivencia y de la formación para la vida con dignidad y respeto.
Las comunidades educativas se han visto impactadas en la convivencia escolar y en sus relacionamientos internos y externos por estos factores. Muchas de las crisis que se vive en el aparato escolar son generadas en las denominadas violencias sociales, que se presentan desde la familia hasta los escenarios más complejos de las relaciones socio-económicas, políticas y culturales. La institucionalidad escolar comporta y soporta esas abigarradas y densas formas de relacionarse los ciudadanos en una sociedad determinada.
La Colombia de hoy, vive a más de su conflicto político interno, una serie de conflictividades sociales de gran dimensión. Las formas de violencia que se dan en lo social tienen causalidades y explicaciones amplias y en muchos casos divergentes, no obstante los criterios que se puedan argumentar, lo cierto a todo esto, es que la violencia social hoy ocupa un lugar privilegiado en nuestra conflictividad socio-cultural.
La escuela al formar parte de la institucionalidad y al tener la responsabilidad social de una socialización cada vez más temprana de los nuevos ciudadanos, le corresponde un compromiso de enormes dimensiones en la formación democrática, pero no es la única institución que debe velar por la formación de las nuevas ciudadanías. Al entramado institucional le cabe gran parte de esta responsabilidad cuando de cara a la legitimidad política, la legalidad institucional y el respeto por la ciudadanía, debe predicar y aplicar los enunciados y fomentar las prácticas de la vida ciudadana democrática.
Si bien el conflicto y sus distintas manifestaciones afectan el diario transcurrir del aparato escolar, debe pensarse una escuela contributiva y aportante para la construcción democrática y la formación de nuevas ciudadanías, estos aportes deben incluir a los miembros de la comunidad educativa con sus distintas formas de pensar, ser y hacer, incluyendo sus problemas, necesidades, intereses y expectativas.
Otro factor que le es concomitante a la vida de la escuela para la formación democrática implica las necesarias y pertinentes lecturas e interpretaciones de los distintos ámbitos y contextos donde se construye –deconstruye el nuevo ciudadano, es imprescindible acotar las condiciones y situaciones del mundo socio-económico, político y cultural donde se forma el nuevo ciudadano. Si la escuela ignora, olvida u omite los contextos de problematización, crisis y dificultad donde se forma y actúa el ciudadano, esta prestando un precario servicio a la construcción de ciudadanía.
La escuela democrática debe inscribir su función misional con conectividades e interacciones amplias articulando los distintos niveles, segmentos y grupos sociales, respetando las distintas formaciones, vocaciones y afinidades electivas de los ciudadanos que están en el mundo escolar o se relacionan con dicho mundo, a través de sus distintas funciones, articulaciones y relaciones.
La formación para las nuevas ciudadanías debe trascender las mallas curriculares de lo cognitivo y apostarle a la comprensión de los distintos momentos y circunstancias de la condición humana de los estudiantes que están en fase formativa. Los aportes de lo cognitivo, las competencias, y las valoraciones hacen parte de la integralidad en la formación escolar, igual las competencias democráticas, ciudadanas y convivientes forman parte de esa integralidad y complementariedad en la escuela democrática.
Introducir los mundos de vida, lo experimental, lo relacional como parte básica de esa orientación democrática de la escuela en y para la democracia es un reto y compromiso de las nuevas formaciones escolares. Es posible y pertinente seguir dándole crédito al mundo de lo racional y conceptual como componentes de gran significación curricular, pero es igualmente válido y deseable, hablar del nosotros en la perspectiva de conocernos para entendernos y poder vivir juntos como comunidad civilizada.
La escuela como comunidad que respeta y promueve lo dialógico y lo argumentativo debe construir currículos abiertos y críticos donde se admitan formas imaginativas y amplias de interacción e integración de las distintas interdisciplinariedades donde el saber, el conocer, el investigar hagan parte de la dinámica escolar. La convivencia en esa interdisciplinariedad debe ser uno de los ejes básicos de formación, debe cruzar la construcción del concepto y las prácticas de la democracia y ser parte clave de los diseños curriculares tanto el explícito como el oculto.
La escuela debe estar en permanente revisión, actualización y renovación de los contenidos curriculares. Por eso, las dinámicas cognitivas y las competencias convivientes deben estar en el haber de la investigación y la indagación de los miembros de la comunidad educativa. Si tenemos déficit en convivencia democrática toca hacernos preguntas del porqué estamos viviendo esa situación, qué factores alteran la convivencia pacífica y democrática y cuáles son las acciones encaminadas a modificar constructiva y positivamente dichas situaciones.
Los distintos miembros de la comunidad educativa como agentes co-responsables de la convivencia en la escuela, con proyección al mundo social, deben asumir sus roles respecto a las diversas funciones que les corresponde respecto a la convivencia en las relaciones escolares y el espacio escolar. Es el maestro el actor central, el orientador de los procesos de la escuela, éste debe asumir dinámicamente su papel de liderazgo, su conocimiento debe trascender el ámbito de lo curricular como formación exclusivamente académica y vincularse activamente en lo humano, lo social, lo cultural del mundo escolar para comprender lo diverso, complejo, y dinámico que es el proceso de enseñar para y desde la vida.
La escuela no esta exenta de relaciones de poder, lo que implica a su vez una urdimbre de problemas atinentes a los relacionamientos de los distintos miembros de la comunidad educativa. El maestro, debe entenderse como el nuevo interprete, como el coordinador, como la persona con ilustración y sensibilidades para afrontar y enfrentar los retos del poder que la institucionalidad escolar establece y jerarquiza.
La formación, la vocación y la práctica docente, llevan a un ejercicio pedagógico de la convivencia: como actitud, comportamiento y conducta que se trasforma en cultura de convivencia, que implica la prédica y aplicación de enunciados, postulados, quehaceres y vivencias, de compromiso subjetivos en lo privado e igual como ciudadano en lo público. El docente como actor de lo público debe ser responsable del compromiso de la convivencia en, desde y fuera del aula.
El aula y en general la escuela, comporta y soporta múltiples relaciones problemáticas. Los modelos de la tradición le apostaron a un relacionamiento escolar de corte autoritario, retórico, formal, excluyente e impositivo. El reto de la escuela del presente es desmontar este modelo, proponiendo modelos alternativos, democráticos, plurales abiertos, participativos donde la interacción, la comprensión y el entendimiento, sean la base del saber y del vivir en la escuela.
La escuela es una arena política cultural donde se desarrollan múltiples concepciones, visiones, percepciones y miradas de lo sociopolítico, cultural, filosófico, religioso. Así lo expresan los enfoques y modelos educativos que se manifiestan en los proyectos educativos institucionales y en los manuales de convivencia escolar, de allí la significación de una escuela democrática, particularmente, en el contexto colombiano donde la civilidad es un aspecto ausente o en permanente cuestionamiento por las prácticas violentas e intolerantes que mantenemos y manejamos los colombianos.
El poder y la autoridad en la escuela es un asunto que compete al reconocimiento, es la forma como se relacionan las comunidades académicas y educativas, el maestro que es reconocido, respetado, acatado y querido por sus compañeros, estudiantes, egresados y padres de familia es un vigía del saber, de la convivencia y de las formas democráticas de actuación, es el líder de los modelos alternativos que implican formar para las nuevas ciudadanías.
El discernir, consentir, disentir son dinámicas que se establecen a través de formas de concertación democráticas que implican procesos de construcción de sujetos, informados, pensantes, deliberantes, igual que de sujetos de derechos que ejercen las libertades y garantías propias del Estado social de derecho. El maestro no es portador de verdad es sujeto-objeto de conocimiento, el estudiante lo es también. Se diferencian sólo en el rol de unos y otros, porque la escuela es formadora tanto de formadores como de aquellos que están en formación.
La democracia escolar implica formas de horizontalidad que comprenden aspectos propios de la igualdad, reconociéndonos como integrantes de lo humano y como sujetos portadores de derechos y deberes, pero también implica el reconocimiento de las diferencias de roles, funciones, posiciones, clases, etnias, ideologías. Esto lleva a que los acuerdos de convivencia se mantengan en un equilibrio inestable, de ahí la necesidad de una escuela vigilante y propositiva que desarrolle procesos de revisión, reelaboración y construcción permanente de consensos democráticos.
Una escuela democrática debe ser provista de forma real y cierta de mecanismos democráticos de participación, para hacer efectivos los acuerdos de gobernabilidad democrática. Los consejos de gobierno y las representaciones – ante consejo directivo, los personeros- deben ser expresión de múltiples concertaciones democráticas, pero la decisión final debe ser de los estamentos a los cuales corresponde legal y legítimamente la toma de decisiones.
La construcción de los nuevos líderes desde la escuela para la vida democrática y la convivencia, debe de estar precedida por la formación democrática y constitucional. Los principios y valores democráticos deben ser aspectos fundantes en la construcción de procesos de formación y participación de los estudiantes. La escuela es el primer laboratorio de vida ciudadana donde reconocemos y aprendemos las diferencias y la diversidad. se construyan esos ciudadanos capaces de convivir en la complejidad de lo social y lo cultural.
3. Formas y mecanismos de participación y representación escolar.
La democracia participativa debe ser un compromiso y una responsabilidad que debe inculcarse y fomentarse en la escuela democrática. Los distintos estamentos de la institución educativa encuentran en la corresponsabilidad respecto a la dirección y el funcionamiento del establecimiento educativo, espacios para el ejercicio de la democracia escolar. La escuela debe ser pensada como célula básica y núcleo primario e iniciador de la institucionalidad democrática.
Los nuevos procesos de participación incluyen la idea de democracia participativa de corte constitucional. Los mecanismos instituidos en la ley 115 de 1994, rebasan la formulación democrática que se expresaba en la Escuela Nueva, al trascender la participación a todos los estamentos de la comunidad educativa. Este espíritu incluyente rebasa la idea de democracia representativa; el compromiso es hacer de esa democracia escolar una democracia formativa, argumentativa, crítica, pensante, abierta e incluyente.
Cuando se observa la condición prescriptiva del articulo 142 de la Ley 115/94, las posibilidades de participación se amplían para que los miembros de la comunidad educativa se sientan comprometidos con la suerte de su establecimiento educativo en todos los ámbitos de actuación de éste, su radio de acción incluye lo académico, lo organizacional, lo cultural, lo deportivo, lo artístico. Se puede afirmar que se da la articulación con el medio y su respectiva interacción institucional, entendiendo la escuela como un microcosmos vivo y para la vida.
Otro aspecto que debe destacarse en la perspectiva de la Ley 115/94 es lo atinente a las formas y mecanismos de participación y de gobierno escolar, los cuales deben de instituirse en cualquier centro educativo desde los niveles primarios, secundarios, técnicos, la formación para el trabajo, los centros educativos especiales y especializados. Las universidades y los tecnológicos tienen sus propias formas y mecanismos de participación y representación democráticas.
La participación la habilita una normativa de orden legal pero puede quedar en un formalismo, si no se establecen procesos difusores, informadores y formadores, que construyan una democracia escolar con liderazgos civilista, donde los miembros de la comunidad educativa entiendan y comprendan que la representación es un ejercicio de consulta permanente de las expectativas e intereses de la comunidad que se representa. La interlocución permanente con los representados evita los vicios de la burocratización y las decisiones unilaterales y arbitrarias de los representantes.
La comunicación y articulación representantes - representados da lugar para que la consulta se instituya como mecanismo de control y seguimiento de gestión y de representación. La valoración, evaluación y seguimiento de la gestión y actuación de los representantes, son aspectos de un proceso que debe tener en cuenta a los grupos que pertenecen y actúan en la democracia escolar para que se cree la confianza y el compromiso entre los estamentos que hacen parte del proceso democrático escolar.
La gobernabilidad en la escuela debe distar de las formas convencionales del ejercicio gubernamental de la tradición colombiana, debe impulsar el respeto, la inclusión y la participación como fundamentos de las nuevas formas de ejercicio de gobernabilidad, debe enseñar y aplicar nuevos códigos éticos y de moralidad pública que formen al nuevo ciudadano para la cultura y las prácticas democráticas.
Los derechos ciudadanos incluidos las tres generaciones de derechos humanos, se constituyen en los canales de comunicación de la esfera de lo individual y subjetivo a la esfera de lo público a través de Estado de derecho. Este avanza en ese relacionamiento cuando desde el marco de lo constitucional y lo formal se asimila el Estado moderno como portador de lo social y lo democrático y por ende de lo público, (pese a que en muchas de sus actuaciones en el mundo real se comporte como su antitesis).
La convivencia puede ser pensada en la democracia como una construcción social donde intervienen una amplia gama de normativas, las cuales comienzan a conocerse, implementarse y desarrollarse, desde los primeros procesos de socialización - familia, escuela -. Pero es justamente en la escuela vía la diversidad y la diferencia donde se vivencia y racionaliza la convivencia como valor social y político.
La vida familiar está constituida por lo consanguíneo y el afecto como factores reguladores de la cotidianidad familiar, lo cual no excluye factores que impactan negativamente las relaciones familiares de cara a la convivencia. Sin embargo, es en las unidades macros de relacionamientos sociales donde se deben establecer normativas de convivencia amplias por los niveles de complejidad y problematización que implican las múltiples diversidades y diferencias que están insertas en las relaciones de lo social.
La escuela al tener un papel cada vez más activo en los procesos de socialización debe ser entendida como agente dinámico que impulsa desde lo curricular, lo normativo y su estructura general los aspectos de la convivencia. Las estrategias escolares para sociedades complejas y críticas deben incorporar altos componentes sobre valores, principios y comportamientos democráticos y convivientes.
El Estado de derecho es una aproximación a la administración de justicia a través de la positivización de los derechos y la democracia representativa es una forma de gobierno que tiende a aclimatar la arbitrariedad de los gobernantes, son formas limitadas que se complementa con el Estado social de derecho y la democracia participativa en tanto estos son los escenarios donde debe dirimirse las grandes controversias y diferencias sociales y políticas de una sociedad.
La escuela al inscribirse en la democracia como forma de vida regula tendencias individualistas y consumistas y plantea alternativas para la vida social como escenario de realización de proyectos de vida de corte democráticos, impidiendo los aislamientos y la negación a la participación en lo social y lo político. Hoy día la autonomía y la independencia subjetiva cobran sentido si se inscriben en un combate permanente por la democracia social.
Las subjetividades modernas en la era del capitalismo consumista y salvaje rompen los hilos de la solidaridad y la cooperación social, construyen un sujeto trasgredido y trasgresor del vínculo social, dándole énfasis a los logros individuales, efímeros y mediáticos. Se valida todo aquello que se inscriba en las lógicas de ostentaciones y consumos personalizados, exclusivo y excluyentes, produciendo una forma de vida que destaca una intimidad apática, acrítica y conformista produciendo y reproduciendo formas, comportamientos y actitudes amorfas en lo social y lo cultural.
Las tendencias neoliberales plantearon el asunto de las libertades como preocupación del sujeto-ciudadano de forma aislada y descontextualizada, dejando de lado los derechos de tercera generación, denominados como los Derechos Económicos, Sociales y Culturales –DESC-. Sobre el incumplimiento de estos, recae la responsabilidad socio-histórica de la insensibilidad social y la subvaloración del bienestar socio-cultural que ahondo las brechas de inequidad y la marginalidad a la que asistimos entre desconcertados y e indiferentes.
La escuela al ser una célula de lo social es escenario de múltiples problemas, pero al mismo tiempo, lugar y espacio de construcción de la diversidad y de miradas democráticas, que facilitan la formación de la diferencia y de la otredad personal, cultural, filosófica, ideológica, política y social. En los países de la periferia del mundo del capitalista consumista, la escuela debe cumplir un papel protagónico en la democratización de la vida cotidiana cumpliendo a más de la universalización de la escolaridad con la de ser una institución aperturista, crítica y propositiva.
El nuevo ciudadano por el que propende la escuela en y para la democracia debe ser informado, deliberativo y con capacidad cierta de decisión ante los eventos, hechos y relaciones en lo socio-político. El ciudadano que entienda que la inclusión, el ejercicio de las libertades y la equidad son parte del ABC de la democracia entra en un proceso de socialización democrático que le permite vivir e interpretar el mundo escolar como parte del todo social político y cultural.
2. Escuela, democracia y conflicto escolar.
La conflictividad social se manifiesta en la escuela como parte del relacionamiento de los seres humanos o como el deterioro social, en los distintos ámbitos de la vida socio-política y cultural. Por ello, muchos aspectos del conflicto se expresan en la escuela afectando aspectos de la calidad, de la convivencia y de la formación para la vida con dignidad y respeto.
Las comunidades educativas se han visto impactadas en la convivencia escolar y en sus relacionamientos internos y externos por estos factores. Muchas de las crisis que se vive en el aparato escolar son generadas en las denominadas violencias sociales, que se presentan desde la familia hasta los escenarios más complejos de las relaciones socio-económicas, políticas y culturales. La institucionalidad escolar comporta y soporta esas abigarradas y densas formas de relacionarse los ciudadanos en una sociedad determinada.
La Colombia de hoy, vive a más de su conflicto político interno, una serie de conflictividades sociales de gran dimensión. Las formas de violencia que se dan en lo social tienen causalidades y explicaciones amplias y en muchos casos divergentes, no obstante los criterios que se puedan argumentar, lo cierto a todo esto, es que la violencia social hoy ocupa un lugar privilegiado en nuestra conflictividad socio-cultural.
La escuela al formar parte de la institucionalidad y al tener la responsabilidad social de una socialización cada vez más temprana de los nuevos ciudadanos, le corresponde un compromiso de enormes dimensiones en la formación democrática, pero no es la única institución que debe velar por la formación de las nuevas ciudadanías. Al entramado institucional le cabe gran parte de esta responsabilidad cuando de cara a la legitimidad política, la legalidad institucional y el respeto por la ciudadanía, debe predicar y aplicar los enunciados y fomentar las prácticas de la vida ciudadana democrática.
Si bien el conflicto y sus distintas manifestaciones afectan el diario transcurrir del aparato escolar, debe pensarse una escuela contributiva y aportante para la construcción democrática y la formación de nuevas ciudadanías, estos aportes deben incluir a los miembros de la comunidad educativa con sus distintas formas de pensar, ser y hacer, incluyendo sus problemas, necesidades, intereses y expectativas.
Otro factor que le es concomitante a la vida de la escuela para la formación democrática implica las necesarias y pertinentes lecturas e interpretaciones de los distintos ámbitos y contextos donde se construye –deconstruye el nuevo ciudadano, es imprescindible acotar las condiciones y situaciones del mundo socio-económico, político y cultural donde se forma el nuevo ciudadano. Si la escuela ignora, olvida u omite los contextos de problematización, crisis y dificultad donde se forma y actúa el ciudadano, esta prestando un precario servicio a la construcción de ciudadanía.
La escuela democrática debe inscribir su función misional con conectividades e interacciones amplias articulando los distintos niveles, segmentos y grupos sociales, respetando las distintas formaciones, vocaciones y afinidades electivas de los ciudadanos que están en el mundo escolar o se relacionan con dicho mundo, a través de sus distintas funciones, articulaciones y relaciones.
La formación para las nuevas ciudadanías debe trascender las mallas curriculares de lo cognitivo y apostarle a la comprensión de los distintos momentos y circunstancias de la condición humana de los estudiantes que están en fase formativa. Los aportes de lo cognitivo, las competencias, y las valoraciones hacen parte de la integralidad en la formación escolar, igual las competencias democráticas, ciudadanas y convivientes forman parte de esa integralidad y complementariedad en la escuela democrática.
Introducir los mundos de vida, lo experimental, lo relacional como parte básica de esa orientación democrática de la escuela en y para la democracia es un reto y compromiso de las nuevas formaciones escolares. Es posible y pertinente seguir dándole crédito al mundo de lo racional y conceptual como componentes de gran significación curricular, pero es igualmente válido y deseable, hablar del nosotros en la perspectiva de conocernos para entendernos y poder vivir juntos como comunidad civilizada.
La escuela como comunidad que respeta y promueve lo dialógico y lo argumentativo debe construir currículos abiertos y críticos donde se admitan formas imaginativas y amplias de interacción e integración de las distintas interdisciplinariedades donde el saber, el conocer, el investigar hagan parte de la dinámica escolar. La convivencia en esa interdisciplinariedad debe ser uno de los ejes básicos de formación, debe cruzar la construcción del concepto y las prácticas de la democracia y ser parte clave de los diseños curriculares tanto el explícito como el oculto.
La escuela debe estar en permanente revisión, actualización y renovación de los contenidos curriculares. Por eso, las dinámicas cognitivas y las competencias convivientes deben estar en el haber de la investigación y la indagación de los miembros de la comunidad educativa. Si tenemos déficit en convivencia democrática toca hacernos preguntas del porqué estamos viviendo esa situación, qué factores alteran la convivencia pacífica y democrática y cuáles son las acciones encaminadas a modificar constructiva y positivamente dichas situaciones.
Los distintos miembros de la comunidad educativa como agentes co-responsables de la convivencia en la escuela, con proyección al mundo social, deben asumir sus roles respecto a las diversas funciones que les corresponde respecto a la convivencia en las relaciones escolares y el espacio escolar. Es el maestro el actor central, el orientador de los procesos de la escuela, éste debe asumir dinámicamente su papel de liderazgo, su conocimiento debe trascender el ámbito de lo curricular como formación exclusivamente académica y vincularse activamente en lo humano, lo social, lo cultural del mundo escolar para comprender lo diverso, complejo, y dinámico que es el proceso de enseñar para y desde la vida.
La escuela no esta exenta de relaciones de poder, lo que implica a su vez una urdimbre de problemas atinentes a los relacionamientos de los distintos miembros de la comunidad educativa. El maestro, debe entenderse como el nuevo interprete, como el coordinador, como la persona con ilustración y sensibilidades para afrontar y enfrentar los retos del poder que la institucionalidad escolar establece y jerarquiza.
La formación, la vocación y la práctica docente, llevan a un ejercicio pedagógico de la convivencia: como actitud, comportamiento y conducta que se trasforma en cultura de convivencia, que implica la prédica y aplicación de enunciados, postulados, quehaceres y vivencias, de compromiso subjetivos en lo privado e igual como ciudadano en lo público. El docente como actor de lo público debe ser responsable del compromiso de la convivencia en, desde y fuera del aula.
El aula y en general la escuela, comporta y soporta múltiples relaciones problemáticas. Los modelos de la tradición le apostaron a un relacionamiento escolar de corte autoritario, retórico, formal, excluyente e impositivo. El reto de la escuela del presente es desmontar este modelo, proponiendo modelos alternativos, democráticos, plurales abiertos, participativos donde la interacción, la comprensión y el entendimiento, sean la base del saber y del vivir en la escuela.
La escuela es una arena política cultural donde se desarrollan múltiples concepciones, visiones, percepciones y miradas de lo sociopolítico, cultural, filosófico, religioso. Así lo expresan los enfoques y modelos educativos que se manifiestan en los proyectos educativos institucionales y en los manuales de convivencia escolar, de allí la significación de una escuela democrática, particularmente, en el contexto colombiano donde la civilidad es un aspecto ausente o en permanente cuestionamiento por las prácticas violentas e intolerantes que mantenemos y manejamos los colombianos.
El poder y la autoridad en la escuela es un asunto que compete al reconocimiento, es la forma como se relacionan las comunidades académicas y educativas, el maestro que es reconocido, respetado, acatado y querido por sus compañeros, estudiantes, egresados y padres de familia es un vigía del saber, de la convivencia y de las formas democráticas de actuación, es el líder de los modelos alternativos que implican formar para las nuevas ciudadanías.
El discernir, consentir, disentir son dinámicas que se establecen a través de formas de concertación democráticas que implican procesos de construcción de sujetos, informados, pensantes, deliberantes, igual que de sujetos de derechos que ejercen las libertades y garantías propias del Estado social de derecho. El maestro no es portador de verdad es sujeto-objeto de conocimiento, el estudiante lo es también. Se diferencian sólo en el rol de unos y otros, porque la escuela es formadora tanto de formadores como de aquellos que están en formación.
La democracia escolar implica formas de horizontalidad que comprenden aspectos propios de la igualdad, reconociéndonos como integrantes de lo humano y como sujetos portadores de derechos y deberes, pero también implica el reconocimiento de las diferencias de roles, funciones, posiciones, clases, etnias, ideologías. Esto lleva a que los acuerdos de convivencia se mantengan en un equilibrio inestable, de ahí la necesidad de una escuela vigilante y propositiva que desarrolle procesos de revisión, reelaboración y construcción permanente de consensos democráticos.
Una escuela democrática debe ser provista de forma real y cierta de mecanismos democráticos de participación, para hacer efectivos los acuerdos de gobernabilidad democrática. Los consejos de gobierno y las representaciones – ante consejo directivo, los personeros- deben ser expresión de múltiples concertaciones democráticas, pero la decisión final debe ser de los estamentos a los cuales corresponde legal y legítimamente la toma de decisiones.
La construcción de los nuevos líderes desde la escuela para la vida democrática y la convivencia, debe de estar precedida por la formación democrática y constitucional. Los principios y valores democráticos deben ser aspectos fundantes en la construcción de procesos de formación y participación de los estudiantes. La escuela es el primer laboratorio de vida ciudadana donde reconocemos y aprendemos las diferencias y la diversidad. se construyan esos ciudadanos capaces de convivir en la complejidad de lo social y lo cultural.
3. Formas y mecanismos de participación y representación escolar.
La democracia participativa debe ser un compromiso y una responsabilidad que debe inculcarse y fomentarse en la escuela democrática. Los distintos estamentos de la institución educativa encuentran en la corresponsabilidad respecto a la dirección y el funcionamiento del establecimiento educativo, espacios para el ejercicio de la democracia escolar. La escuela debe ser pensada como célula básica y núcleo primario e iniciador de la institucionalidad democrática.
Los nuevos procesos de participación incluyen la idea de democracia participativa de corte constitucional. Los mecanismos instituidos en la ley 115 de 1994, rebasan la formulación democrática que se expresaba en la Escuela Nueva, al trascender la participación a todos los estamentos de la comunidad educativa. Este espíritu incluyente rebasa la idea de democracia representativa; el compromiso es hacer de esa democracia escolar una democracia formativa, argumentativa, crítica, pensante, abierta e incluyente.
Cuando se observa la condición prescriptiva del articulo 142 de la Ley 115/94, las posibilidades de participación se amplían para que los miembros de la comunidad educativa se sientan comprometidos con la suerte de su establecimiento educativo en todos los ámbitos de actuación de éste, su radio de acción incluye lo académico, lo organizacional, lo cultural, lo deportivo, lo artístico. Se puede afirmar que se da la articulación con el medio y su respectiva interacción institucional, entendiendo la escuela como un microcosmos vivo y para la vida.
Otro aspecto que debe destacarse en la perspectiva de la Ley 115/94 es lo atinente a las formas y mecanismos de participación y de gobierno escolar, los cuales deben de instituirse en cualquier centro educativo desde los niveles primarios, secundarios, técnicos, la formación para el trabajo, los centros educativos especiales y especializados. Las universidades y los tecnológicos tienen sus propias formas y mecanismos de participación y representación democráticas.
La participación la habilita una normativa de orden legal pero puede quedar en un formalismo, si no se establecen procesos difusores, informadores y formadores, que construyan una democracia escolar con liderazgos civilista, donde los miembros de la comunidad educativa entiendan y comprendan que la representación es un ejercicio de consulta permanente de las expectativas e intereses de la comunidad que se representa. La interlocución permanente con los representados evita los vicios de la burocratización y las decisiones unilaterales y arbitrarias de los representantes.
La comunicación y articulación representantes - representados da lugar para que la consulta se instituya como mecanismo de control y seguimiento de gestión y de representación. La valoración, evaluación y seguimiento de la gestión y actuación de los representantes, son aspectos de un proceso que debe tener en cuenta a los grupos que pertenecen y actúan en la democracia escolar para que se cree la confianza y el compromiso entre los estamentos que hacen parte del proceso democrático escolar.
La gobernabilidad en la escuela debe distar de las formas convencionales del ejercicio gubernamental de la tradición colombiana, debe impulsar el respeto, la inclusión y la participación como fundamentos de las nuevas formas de ejercicio de gobernabilidad, debe enseñar y aplicar nuevos códigos éticos y de moralidad pública que formen al nuevo ciudadano para la cultura y las prácticas democráticas.
La gobernabilidad escolar debe propender porque los aspectos de la legalidad y la legitimidad sean asuntos del diario transcurrir de la escuela, debe combatirse toda expresión y manifestación que coloque en duda aspectos como la trasparencia, la dignidad y el privilegio de lo público y lo comunitario sobre los intereses privados. La legitimidad se construye a través de los consensos y disensos democráticos y la legalidad es el marco de obligada referencia en la actuación de los miembros de comunidad educativa.
3.1. Manual de convivencia escolar.
La normativa legal consignada en la Ley 115/94 plantea que debe existir un Proyecto Educativo Institucional -PEI- el cual debe recoger todo lo concerniente al modelo educativo, a las formas organizacionales e institucionales, a las relaciones que deben establecerse con el medio y los marcos de actuación generales de la comunidad educativa con el establecimiento educativo.
Como parte del PEI se encuentra el manual de convivencia escolar el cual recoge las reglas de juego de la normativa constitucional, legal, social, cultural que deben observar los miembros de la comunidad educativa. Además el manual debe incluir la misión, visión, los principios y valores, el régimen de convivencia, la institucionalidad y organización escolar, el gobierno escolar, la vida académica, cultural, deportiva de los integrantes de una comunidad educativa específica, organizada a través de un establecimiento educativo.
El manual de convivencia escolar debe observar en el plano de la normativa constitucional y legal uno de los derechos fundamentales de orientación constitucional, el artículo 29 de la Constitución Política de 1991, que refiere al debido proceso, el cual enuncia la preexistencia de normativa escrita, las garantías legales y constitucionales, el juez o tribunal imparcial y competente y las garantías procesales.
Sumado a lo anterior debe enfatizarse que los docentes son ante todo pedagogos y que el sentido del manual debe ser orientar, corregir, estimular y direccionar los comportamientos académicos y de convivencia de sus alumnos, para el logro de una convivencia democrática en la escuela. La perspectiva punitiva de corte autoritaria de los modelos tradicionales debe abolirse, de allí el énfasis en un manual de convivencia para lo escolar y la formación ciudadana.
Los procesos judiciales son de competencia y jurisdicción de los jueces de la república, ante la existencia de conductas punibles o delictivas en los establecimientos educativos debe recurrirse ante los jueces. Los profesores y profesoras que son ciudadanos calificados y con responsabilidades públicas deben entender que los manuales de convivencia tienen competencia para regular la vida académica y la convivencia social en los establecimientos educativos.
La extralimitación de funciones es tomada como abuso de poder. Por ende debe entenderse que el manual de convivencia escolar debe respetar derechos constitucionales y legales como el desarrollo de la libre personalidad, el cual tiene límites si interfiere la convivencia del establecimiento educativo. El desarrollo de la libre personalidad es un derecho y un concepto bastante complejo de interpretar en la escuela. Se puede señalar para entender su complejidad, que es uno de los que genera el mayor número de demandas ante la administración de justicia y sobre el cual recaen grandes perturbaciones en el ambiente y en el régimen de convivencia escolar.
El desarrollo de la libre personalidad genera choques culturales, sociales, generacionales y personales porque es justamente en lo singular e irrepetible de la persona donde radica uno de los enfrentamientos respecto a la convivencia. Las diferencias y divergencias religiosas, culturales, filosóficas, éticas, morales se colocan a prueba ante códigos cerrados y estereotipados donde aparecen invocados conceptos de orden, autoridad, bien común, interés general; regularmente dichas invocaciones tienen sesgos ideológicos o prejuicios formativos de parte de quienes son los operadores de los manuales de convivencia.
Si el desarrollo de la libre personalidad no rompe con los mínimos del orden constitucional y legal, de la moralidad social y la normativa del decoro social, es dable que a las personas se le priorice la libertad en lo atinente a su personalidad. El orden constitucional plantea órdenes prevalentes y las libertades están en un plano jerárquico elevado, no se puede por formaciones o deformaciones propias de la escuela, entrar en un terreno que la constitución dejó claramente definido y que protege a través de mecanismo de amparo o de tutela.
De otro lado, debe entenderse que la Constitución Política de cara al Estado social de derecho, consigna de manera expresa que las sanciones no son acumulables ni irredimibles, lo cual nos plantea que un ciudadano, ciudadana o una persona, no puede ser sancionado o sancionada dos veces por la misma falta y que no existe condena ni cadenas perpetuas en Colombia hasta el día de hoy. El predicado anterior se enuncia por las constantes violaciones en los manuales de convivencia de estos principios garantistas de corte constitucional.
La normativa que deben recoger los manuales de convivencia escolar deben estar en concordancia con los de la Constitución Política, los manuales deben de ser especies de constituciones políticas escolares, es desde estos manuales donde debe cimentarse los currículos que aluden al civismo, a la democracia y a la convivencia. Se presta débil servicio a la democracia con manuales que son producto de concepciones y percepciones cerradas antidemocráticas en el quehacer escolar.
Respecto a principios y valores es de anotar que si bien en Colombia existen dos sectores de la educación, de un lado el público y de otro el privado y que el segundo cobra su existencia con el principio de la libertad de empresa, se debe homologar la educación como un servicio público, en tanto que es el Estado el que permite finalmente al sector privado prestar el servicio en la educación, por ende, todas las pautas para el sector privado están en la Constitución Política de Colombia y en el marco normativo legal, por ello ningún establecimiento de educación podrá contemplar principios y valores que sean contrarios a la Constitución Política.
Las prácticas escolares siguen resintiendo y presentando fallas de gran significación respecto a la interpretación y aplicación de los manuales. En muchos no se acata, ni respeta la normativa constitucional y legal, se infringen las garantías del debido proceso, se establecen procesos y procedimientos arbitrarios. Es dable que en muchos manuales los principios y valores sea violatorios de la preceptiva constitucional y legal, aduciendo en la más de las veces criterios institucionales, misionales con cierta singularidad argumentativa con bases de corte religioso, filosófico y cultural que terminan siendo sesgos ideológicos o caprichos personales.
En lo atinente a la parte misional y la visión del manual debe existir articulación con el PEI, debe ser consecuente con el enfoque educativo que plantea el establecimiento educativo, la misión incluye el tipo de servicio que se presta que para el caso es la educación, la cual debe ser acorde con el campo específico donde se desarrolla la actividad. En la parte de la visión debe presentarse como una visión posible, pertinente y realista en la idea de desarrollo propio de la institución.
Respecto a los objetivos del manual, estos deben generar conciencia en los miembros de la comunidad educativa en tanto reglamento que se debe observar, acatar, difundir y respetar pero lo fundamental es que la convivencia le apueste a desarrollar cultura ciudadana par la democracia en la escuela y en lo social.
Los derechos, deberes y normativa de convivencia en los manuales de convivencia escolar, como se ha señalado en este texto, deben estar provistos del garantías constitucionales y legales, ningún manual por autónomo e independiente que se reclame podrá romper con el ordenamiento constitucional y legal de Colombia, incluido el denominado bloque de constitucionalidad que incluye tratados y convenios de Colombia, en particular en lo relacionado con derechos de los y las niñas.
En lo atinente al gobierno escolar cabe recordar que existen mecanismos y procedimientos que vinculan a los y las estudiantes a las formas de representación. De un lado está el personero escolar quién debe velar porque los derechos de sus representados y representadas no se vulneren por los miembros de la comunidad educativa. De otro lado, está la representación ante el consejo directivo del establecimiento educativo que lleva la vocería de los y las alumnas ante las instancias de dirección en el plano académico y de convivencia escolar. Existen otro tipo de representaciones de orden cultural, deportivo, educativo, que deben seguir los procedimientos de elección democráticos para hacer de la democracia una cultura escolar.
El manual de convivencia escolar debe observar en el plano de la normativa constitucional y legal uno de los derechos fundamentales de orientación constitucional, el artículo 29 de la Constitución Política de 1991, que refiere al debido proceso, el cual enuncia la preexistencia de normativa escrita, las garantías legales y constitucionales, el juez o tribunal imparcial y competente y las garantías procesales.
Sumado a lo anterior debe enfatizarse que los docentes son ante todo pedagogos y que el sentido del manual debe ser orientar, corregir, estimular y direccionar los comportamientos académicos y de convivencia de sus alumnos, para el logro de una convivencia democrática en la escuela. La perspectiva punitiva de corte autoritaria de los modelos tradicionales debe abolirse, de allí el énfasis en un manual de convivencia para lo escolar y la formación ciudadana.
Los procesos judiciales son de competencia y jurisdicción de los jueces de la república, ante la existencia de conductas punibles o delictivas en los establecimientos educativos debe recurrirse ante los jueces. Los profesores y profesoras que son ciudadanos calificados y con responsabilidades públicas deben entender que los manuales de convivencia tienen competencia para regular la vida académica y la convivencia social en los establecimientos educativos.
La extralimitación de funciones es tomada como abuso de poder. Por ende debe entenderse que el manual de convivencia escolar debe respetar derechos constitucionales y legales como el desarrollo de la libre personalidad, el cual tiene límites si interfiere la convivencia del establecimiento educativo. El desarrollo de la libre personalidad es un derecho y un concepto bastante complejo de interpretar en la escuela. Se puede señalar para entender su complejidad, que es uno de los que genera el mayor número de demandas ante la administración de justicia y sobre el cual recaen grandes perturbaciones en el ambiente y en el régimen de convivencia escolar.
El desarrollo de la libre personalidad genera choques culturales, sociales, generacionales y personales porque es justamente en lo singular e irrepetible de la persona donde radica uno de los enfrentamientos respecto a la convivencia. Las diferencias y divergencias religiosas, culturales, filosóficas, éticas, morales se colocan a prueba ante códigos cerrados y estereotipados donde aparecen invocados conceptos de orden, autoridad, bien común, interés general; regularmente dichas invocaciones tienen sesgos ideológicos o prejuicios formativos de parte de quienes son los operadores de los manuales de convivencia.
Si el desarrollo de la libre personalidad no rompe con los mínimos del orden constitucional y legal, de la moralidad social y la normativa del decoro social, es dable que a las personas se le priorice la libertad en lo atinente a su personalidad. El orden constitucional plantea órdenes prevalentes y las libertades están en un plano jerárquico elevado, no se puede por formaciones o deformaciones propias de la escuela, entrar en un terreno que la constitución dejó claramente definido y que protege a través de mecanismo de amparo o de tutela.
De otro lado, debe entenderse que la Constitución Política de cara al Estado social de derecho, consigna de manera expresa que las sanciones no son acumulables ni irredimibles, lo cual nos plantea que un ciudadano, ciudadana o una persona, no puede ser sancionado o sancionada dos veces por la misma falta y que no existe condena ni cadenas perpetuas en Colombia hasta el día de hoy. El predicado anterior se enuncia por las constantes violaciones en los manuales de convivencia de estos principios garantistas de corte constitucional.
La normativa que deben recoger los manuales de convivencia escolar deben estar en concordancia con los de la Constitución Política, los manuales deben de ser especies de constituciones políticas escolares, es desde estos manuales donde debe cimentarse los currículos que aluden al civismo, a la democracia y a la convivencia. Se presta débil servicio a la democracia con manuales que son producto de concepciones y percepciones cerradas antidemocráticas en el quehacer escolar.
Respecto a principios y valores es de anotar que si bien en Colombia existen dos sectores de la educación, de un lado el público y de otro el privado y que el segundo cobra su existencia con el principio de la libertad de empresa, se debe homologar la educación como un servicio público, en tanto que es el Estado el que permite finalmente al sector privado prestar el servicio en la educación, por ende, todas las pautas para el sector privado están en la Constitución Política de Colombia y en el marco normativo legal, por ello ningún establecimiento de educación podrá contemplar principios y valores que sean contrarios a la Constitución Política.
Las prácticas escolares siguen resintiendo y presentando fallas de gran significación respecto a la interpretación y aplicación de los manuales. En muchos no se acata, ni respeta la normativa constitucional y legal, se infringen las garantías del debido proceso, se establecen procesos y procedimientos arbitrarios. Es dable que en muchos manuales los principios y valores sea violatorios de la preceptiva constitucional y legal, aduciendo en la más de las veces criterios institucionales, misionales con cierta singularidad argumentativa con bases de corte religioso, filosófico y cultural que terminan siendo sesgos ideológicos o caprichos personales.
En lo atinente a la parte misional y la visión del manual debe existir articulación con el PEI, debe ser consecuente con el enfoque educativo que plantea el establecimiento educativo, la misión incluye el tipo de servicio que se presta que para el caso es la educación, la cual debe ser acorde con el campo específico donde se desarrolla la actividad. En la parte de la visión debe presentarse como una visión posible, pertinente y realista en la idea de desarrollo propio de la institución.
Respecto a los objetivos del manual, estos deben generar conciencia en los miembros de la comunidad educativa en tanto reglamento que se debe observar, acatar, difundir y respetar pero lo fundamental es que la convivencia le apueste a desarrollar cultura ciudadana par la democracia en la escuela y en lo social.
Los derechos, deberes y normativa de convivencia en los manuales de convivencia escolar, como se ha señalado en este texto, deben estar provistos del garantías constitucionales y legales, ningún manual por autónomo e independiente que se reclame podrá romper con el ordenamiento constitucional y legal de Colombia, incluido el denominado bloque de constitucionalidad que incluye tratados y convenios de Colombia, en particular en lo relacionado con derechos de los y las niñas.
En lo atinente al gobierno escolar cabe recordar que existen mecanismos y procedimientos que vinculan a los y las estudiantes a las formas de representación. De un lado está el personero escolar quién debe velar porque los derechos de sus representados y representadas no se vulneren por los miembros de la comunidad educativa. De otro lado, está la representación ante el consejo directivo del establecimiento educativo que lleva la vocería de los y las alumnas ante las instancias de dirección en el plano académico y de convivencia escolar. Existen otro tipo de representaciones de orden cultural, deportivo, educativo, que deben seguir los procedimientos de elección democráticos para hacer de la democracia una cultura escolar.
Lo pertinente a los asuntos de la convivencia escolar que refiere al ser, al tener, al haber, al comportarse, a las normas de higiene, a las normas del decoro, a la urbanidad, son un conjunto de prácticas que se deben explicitar en los manuales de convivencia escolar para consensuar el bien-estar y la buena vida en la escuela. Se trata de llegar acuerdos sobre lo básico para que en lo cotidiano no se presenten fricciones y desgastes entre los miembros de la comunidad educativa. Se presentan con frecuencia desacuerdos y diferencias entre los y las profesoras y las y los estudiantes por aspectos generacionales concernientes a las modas, léxicos, atuendos, aderezos, el corte o estilo del cabello, situaciones estas que pueden dar lugar a conciliaciones entre las partes si nos dotamos de comprensión y de aplicación democrática, constitucional y legal del manual de convivencia escolar.
Los medios de comunicación, publicidad e información deben ser asumidos con responsabilidad en el ámbito escolar, su funcionamiento se reglamenta a través del manual de convivencia escolar, pero es interesante recordar que el principio constitucional de libertad de palabra, expresión, imprenta y de prensa está por encima de consideraciones retóricas y formalistas de conveniencias e intereses de ciertos sectores de la comunidad educativa. Desde la escuela deben fomentarse todas las formas de expresión audiovisuales, incluidas todas aquellas que traigan una crítica al funcionamiento del aparato escolar. No puede, so capa de argumentos sofísticos, establecer control o censura indebida a la formación, organización, difusión o funcionamiento de los medios audiovisuales en la escuela,
Los espacios y sus usos en los establecimientos educativos son motivo de conflictos por actividades simultáneas, lugares inadecuados, hacinamiento o inexistencia de estos. Si bien el manual debe contemplar sus usos y disponibilidades, es la comunidad educativa la que debe acordar de forma planificada, organizada y sin privilegios los respectivos usos y disponibilidades de estos espacios. Respecto al uso y manejo de la biblioteca escolar debe establecerse de forma clara que la biblioteca no es un lugar de castigo o sanción, porque estamos generando aversión y fastidio de un lugar que es centro de información-formación de los estudiantes del establecimiento educativo.
En lo concerniente al manejo y tratamiento de los conflictos la escuela, ella debe ser pensada como el espacio donde se aprende a darle tratamiento negociado a los conflictos. Hoy existen una gama amplia de teorías y metodologías para abordar de forma pacífica y civilizada los distintos conflictos sociales las cuales deben ponerse en práctica en el establecimiento educativo. Los conflictos son parte de la condición de lo humano, por ende la escuela no esta exenta de los conflictos que después se reproducen en el mundo social. Sería muy interesante que los establecimientos educativos formaran para la conciliación y tuviesen centros de conciliación escolar para tratar civilizada y amigablemente los conflictos escolares.
El manual de convivencia escolar es como ya se argumento, una pequeña constitución escolar que articulado a la Constitución y al marco legal posibilitan la convivencia en la escuela. Pero toca insistir que la cultura democrática en la escuela es un proceso de construcción-deconstrucción de permanente revisión –reelaboración de reflexiones y prácticas incluyentes, aperturista, plurales y civilistas que vinculen a actores y sectores que participan en la vida de la escuela.
BIBLIOGRAFÍA
REDONDO GARCÍA, Emilio, Educación y comunicación, Barcelona, Ariel Editores, S.A. 2009.
Pedagogía Social, Revista interuniversitaria #9, Segunda época, “Entre el profesionalismo y el voluntariado”, 2002.
Constitución Política de Colombia, Códigos básicos, Bogotá, Legis Ed., 2007.
4 comentarios:
pues esto esta muy mal xqq noda toda la informacion q alguien nrcesita xreso esto esta muy mal este es mi comentario
me gusto mucho, muy buen blog, me ayudo para hacer un trabajo de la universidad y considero que abordo muy bien el tema de la democracia y la convivencia en el contexto escolar
Puta mierda
Verdad que puta mierda
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