lunes, 24 de enero de 2011

EL MOVIMIENTO CIUDADANO: LAS ASOCIACIONES VECINALES

Antonio Camacho Herrera                  Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Profesor Universidad de Sevilla
Uno de los movimientos más genuinos de los movimientos sociales es el ciu­dadano. Este se compone de asociaciones que tienen en la participación su máxi­ma pretensión. Constituye un factor básico para el sostenimiento de la democra­cia, puesto que mediante el mismo se genera una integración y articulación muy eficiente de la población en el marco político y social. Mengod (1992) señala que nos encontramos ante un movimiento de base, pluralista y unitario que debe ins­cribirse en una sociedad justa y solidaria, sin que se produzcan discriminaciones, ni exclusiones.
La conceptualización de movimiento ciudadano tiene significados diversos. Indica Galán (1992) que el origen del mismo se puede encontrar en los ciclos de manifestaciones del proletariado que ha tenido altos y bajos y momentos de movi­lización específicos. Nos situamos ante unos movimientos en los que participan diferentes clases sociales y que están articulados en torno a finalidades de carácter civil. Bastantes personas que pertenecen a este movimiento, provienen de segmen­tos sociales que debido a la situación de crisis económica se encuentran al margen del mercado de trabajo y de los sistemas de protección social, lo que implica un recrudecimiento de acciones cuando las situaciones empeoran ostensiblemente.
También hay quien considera que son los diferentes ambientes los que propi­cian el surgimiento del movimiento ciudadano, por lo que solamente se pueden tener en cuenta como tales, si las medidas de fuerza que propugnan son capaces de transformar la situación de una comunidad, sociedad o el propio Estado, en mate­rias tales como: urbanismo, vivienda, infraestructuras, desigualdades sociales, etc.
En España, el movimiento ciudadano se inició en zonas excluidas y se propagó de forma rápida hacia barriadas populares con una situación infraestructural más idónea y a sectores más interclasistas, en los que se solicitaba una distribución más ecuánime del espacio y de la vivienda, favoreciendo la expansión de la participación y la democracia. Estos primeros movimientos ciudadanos tenían una raigambre común: el territorio. Las personas que participaron en ellos, pusieron en marcha acciones tendentes a la consecución de viviendas, transportes, educación, sanidad, etc. Además, se organizaron de forma que agruparon a personas pertenecientes a diferentes clases sociales y vincularon a sus acciones a profesionales y técnicos cua­lificados, facilitaron el acercamiento a los medios de comunicación y, también, a los partidos políticos, con lo cual se consolidó un conglomerado reivindicativo muy importante que luchaba por la democracia y la libertad.
Los movimientos ciudadanos actuales tienen una corta historia. Aparecen en todo el mundo a partir de los años sesenta del siglo XX, aunque tienen una tradi­ción más antigua que, en algunos casos, podemos encontrar antecedentes en los últimos años de la Edad Media. De este modo en el norte y centro de Europa pode­mos encontrarnos con varios modelos de movimientos urbanos y ciudadanos. Durante los años sesenta algunos grupos pusieron en marcha luchas y guerrillas urbanas que tenían una orientación cercana a los colectivos y partidos de extrema izquierda, que fueron degenerando en acciones de carácter terrorista que ya están muy alejadas de los postulados del movimiento ciudadano. Otro ejemplo a consi­derar, lo constituyen los movimientos ciudadanos que reivindicaban la revitalización de la democracia de base, de los poderes locales, de las acciones tendentes a la optimización del medio ambiente, lo cual ha llevado incluso a nuevas maneras de trabajar entre los colectivos verdes y los partidos de corte ecologista.

En países como los Estados Unidos los colectivos urbanos y los nuevos movi­mientos sociales, que estaban configurados por grupos de negros, hispanos, homo­sexuales, etc., han llevado a cabo acciones unitarias en ciertos casos, pero no han podido articular propuestas políticas de carácter global. A nivel local, en determi­nados barrios de algunas ciudades, como Brooklyn en New York, han sido los pro­pios poderes públicos los que han apoyado iniciativas de determinadas comunida­des, como la negra en este caso, propiciándose una mejora de la organización comunitaria y un fomento del asociacionismo, favoreciendo que determinados líde­res del barrio trasladaran su acción a la arena política y defendieran las propuestas generadas en su sector social. Otro ejemplo, lo encontramos en Canadá donde los movimientos ciudadanos se han transformado bastante, ya que el elevar sus pro­puestas a los poderes públicos, ha originado transformaciones concretas en las polí­ticas sociales que se estaban implementando, aunque sólo en determinadas situa­ciones y diversos aspectos específicos. Con lo cual, podemos decir que las acciones gubernamentales globales no se han generalizado para toda la población.
En algunos lugares de la zona austral africana, los movimientos ciudadanos han favorecido un acercamiento entre las comunidades autóctonas de los países y los gobiernos y han logrado unificar en cierta manera, las tradiciones locales con las exigencias que tiene un estado moderno en la actualidad. Además, hay que reseñar que su forma de proceder ha servido como agente de socialización para los com­portamientos políticos modernos, que no han tenido que marginalizar, ni destruir, la cultura tradicional del país, sino integrarla en un todo sincrético en el que se aúnan lo tradicional y lo moderno. Este equilibrio que se ha venido manteniendo, no sin esfuerzo, durante los años noventa del siglo XX, se está rompiendo paulati­namente en Zimbabwe, actualmente en el año 2000, debido a la presión que está ejerciendo el gobierno del país, de mayoría negra, contra los blancos que todavía viven en el mismo y que decidieron quedarse allí después de las guerras raciales de 1980.

2. LAS ASOCIACIONES DE VECINOS (AA.VY.) ESCUELAS DE DEMOCRACIA
En España, las asociaciones de vecinos (AA.W.) han sido las entidades más representativas del movimiento ciudadano. El origen de las AA.W. podemos bus­carlo en los grupos organizados de personas que pretendían, a través de las mismas, mejorar las condiciones de vida de la población, luchar contra el poder omnímodo de la Dictadura franquista y conseguir la democracia para nuestro país. Cuando se constituyen las primeras AA.W., comienzan una lucha tendente a evitar la especu­lación inmobiliaria que se estaba produciendo en las ciudades, según la cual, a los pobladores de los centros históricos de las mismas se les iba desplazando a zonas periféricas, despojándoles de sus espacios tradicionales, en virtud del progreso, y construyendo en esos mismos lugares viviendas de alto poder adquisitivo a las que sólo podían acceder una escasa minoría. Estas entidades adquirieron rápidamente la representación de los intereses de los ciudadanos y se convirtieron en verdaderas escuelas de democracia, ya que el debate, la autogestión y los procesos participativos eran la base de su organización.
En muchos casos, con el concurso de las AA.W. y en virtud de las moviliza­ciones y la coordinación de las mismas, fueron apareciendo algunos movimientos urbanos sectoriales que incrementaron el abanico de organizaciones sociales que tenían como objetivo común democratizar la sociedad española, además de las fina­lidades específicas que cada colectivo tenía en función de sus intereses y necesida­des de sus miembros.
Durante los últimos años del mandato del general Franco, confluyeron dife­rentes factores que propiciaron un incremento trepidante del movimiento ciudada­no, tal y como indican Pereda y De Prada (1986). Uno de ellos, fue la debilidad pro­gresiva de los mecanismos de control y represión del Estado, también, la exclusión de grandes masas obreras en barrios periféricos en las ciudades que no tenían las mínimas infraestructuras. Por otra parte, la labor callada y silenciosa que realizaban los militantes políticos de izquierda, sobre todo los miembros del partido comu­nista que constituyeron y animaron multitud de asociaciones, las cuales les servían no sólo como espacio legal en el que trabajar contra la Dictadura, sino porque muchos de ellos estaban convencidos de que el movimiento ciudadano era un espa­cio estratégico de primera fila y podría contribuir mucho al cambio social en España.
Otro factor, muy significativo por cierto, fue el compromiso de algunos sec­tores progresistas de la Iglesia Católica, que estaban inmersos en la lucha obrera y se encontraban identificados con los barrios más excluidos y marginales. Finalmente, señalar también, el ambiente progresista y las ganas de cambio de la ciudadanía no sólo en nuestro país sino en toda Europa, con las situaciones recientes del mayo francés, el desarrollismo español y la concreción de las reco­mendaciones que el Concilio Vaticano II había ido realizando en muchos secto­res sociales.
3. LAS AA.W. EN EL NUEVO MARCO DEMOCRÁTICO
Una vez que cae el régimen anterior y se vislumbran aires democráticos nue­vos, que conllevan la legalización de los partidos políticos, la celebración de las pri­meras elecciones a las Cortes, en 1977, y, sobre todo, la convocatoria de elecciones municipales, en 1979, con la posterior transformación de los ayuntamientos en espacios democráticos, todo esto provocó un abandono significativo de las AA.W., por parte de sus dirigentes, y, por tanto, un debilitamiento del movimiento ciuda­dano. Muchas de las personas que dinamizaron el mismo se marcharon a los nue­vos ayuntamientos democráticos como alcaldes o concejales, lo que favoreció muchísimo el cambio en las ciudades y pueblos de España y en la conciencia participativa de la población, además de mejorar las condiciones de vida de una pobla­ción ubicada en los barrios olvidada durante años, pero perjudicó en gran medida a las AA.W y otras entidades ciudadanas que en el transcurso de muy poco tiem­po se quedaron sin sus dirigentes más capaces y comprometidos.
Por otro lado, gran parte de las AA.W. y del movimiento ciudadano no supo, o no pudo, adaptarse convenientemente a la nueva situación política de España, lo cual provocó una crisis de identidad, sobre todo en las AA.W., que se visualizó en el escaso número de socios activos en las entidades, el descenso considerable de personas que asistían a los actos que organizaban estas entidades y, sobre todo, por una falta de capacidad para redefinir su papel social en un nuevo tiempo y saber rei­vindicar equipamientos y otras infraestructuras que tenían que poner en marcha los nuevos ayuntamientos democráticos y que no acababan de asumir.
Entre 1979 y 1983 se desencadena una crisis importante en el movimiento ciu­dadano, debido a la actividad política recién inaugurada que se centraba en los par­tidos políticos y por la necesidad de cubrir las instituciones democráticas que se estaban constituyendo en aquellos años. Algunas personas que habían estado vin­culadas al movimiento ciudadano consideraron que las AA.W. ya no deberían seguir existiendo porque su momento histórico había pasado y no suponían una base sobre la que apoyarse, sino que podrían ser un obstáculo para los nuevos ayun­tamientos democráticos que iniciaban su camino. Esta nueva coyuntura, obligaba a volver a los inicios del movimiento ciudadano para beber en las fuentes del mismo v buscar otras señas de identidad que representaran al mismo en estas nuevas cir­cunstancias, en las que la salida indiscriminada y masiva de los dirigentes de las enti­dades vecinales hacia los nuevos ayuntamientos e instituciones democráticas, habían dejado totalmente desguarnecido el movimiento vecinal español.
A mediados de los años ochenta del siglo XX el movimiento ciudadano que trabajaba en los barrios de las ciudades, comenzaba a girar su actuación en torno a factores relativos a la convivencia y participación vecinal, aunque sin dejar de lado las acciones reivindicativas, porque en muchos lugares había trabajo largo, ya que las infraestructuras, por poner un ejemplo, no estaban para nada cubiertas. Se ini­ciaron procesos de animación sociocultural en sus zonas de influencia y se iniciaba la incorporación de voluntarios a las tareas que llevaban a cabo las entidades, reali­zando estas personas actividades que no realizaban los socios de las entidades.
Las precariedades en determinadas zonas del país eran muy significativas y todavía podía existir un largo recorrido reivindicativo, esa era la situación de la comunidad autónoma andaluza, por lo cual el movimiento ciudadano potenció el trabajo de redes, de cara a favorecer la comunicación y el intercambio ciudadano para potenciar una relación más directa y estrecha entre todas las entidades, tenien­do en cuenta además, la dimensión y dispersión en Andalucía y las deficientes comunicaciones que aún en esos momentos tenía la comunidad y, además, porque se quería potenciar el movimiento ciudadano en los barrios que tradicionalmente fue el yacimiento del que salían militantes y programas.
En relación a lo dicho, podemos ver como hacía 1985, en algunos lugares antes y en otros un poco después, comienzan a aparecer unas agrupaciones ciuda­danas que ya no son estrictamente hablando AA.W., pero si plataformas vecinales que están imbricadas en el tejido social urbano y son una parte significativa del movimiento ciudadano. Estos colectivos vecinales critican a las AA.W. tradiciona­les porque aseguran que la orientación de las mismas se aleja cada vez más de las realidades sociales imperantes, lo cual les impide aproximarse a éstas.
Estas entidades, que en muchos casos se configuran como coordinadoras veci­nales, están muy centradas en su territorio y no tienen una vinculación ideológica que constriña su actividad, pero como indican Denche y Alguacil (1986), ofrecie­ron una respuesta adecuada a esos momentos históricos y a los ambientes en los que desarrollaban sus acciones. Estas plataformas ciudadanas tuvieron un papel muy importante de denuncia de la situación existente en los barrios, en el sentido del desequilibrio tan grande que había en los mismos y la forma en la que estaba penetrando la crisis económica durante los años ochenta, con las consecuencias de paro y marginalidad tan lacerantes que produjo.
4. EL MOVIMIENTO VECINAL EN LA ACTUALIDAD
En estos momentos el movimiento ciudadano es interclasista, una de sus peculiaridades la constituye la participación de diversos estratos sociales en deter­minadas reivindicaciones. No obstante, en los albores del asociacionismo ciudada­no las personas que lo integraban eran obreras, porque este movimiento se gestó en aquellas zonas urbanas más degradadas y excluidas, en las que las deficiencias infraestructurales eran tremendas y los problemas de todo tipo eran la moneda corriente.
Sin embargo, todavía encontramos una fuerza importante del movimiento obrero en las reivindicaciones que se realizan, sobre todo en los barrios periféricos de las ciudades, porque en otras zonas más favorecidas de las ciudades el movi­miento ciudadano se agrupa en torno a otras reivindicaciones muy alejadas de los postulados más populares, por ejemplo, la situación, desperfectos y destrozos que ocasiona la movida juvenil; los problemas de aparcamiento de vehículos; la necesi­dad de mayor presencia policial en las calles, etc. Pero, aún así, algunos técnicos y profesionales, miembros de la clase media, se han ido enrolando en el movimiento ciudadano y entre todas las personas que participan en el mismo, han colaborado denodadamente para mejorar la ciudad en su conjunto, haciendo alarde de unas dotes negociadoras y a la vez un espíritu de lucha verdaderamente loables.
En la actualidad el movimiento ciudadano se conceptualiza de forma diferen­te a la tradicional, porque comienza a configurarse como una espina dorsal que ver­tebra las ciudades y que manifiesta a los poderes públicos una problemática diver­sa aún no resuelta y a la que intenta dar una solución, a través de alternativas en las que la creatividad tiene un peso específico significativo. El movimiento ciudadano se está transformando en un catalizador de nuevas demandas y necesidades socia­les de los diferentes grupos que conviven en la ciudad y en los pueblos. En este sen­tido, nos encontramos ante colectivos que manifiestan nuevas necesidades y, por tanto, constituye un fenómeno que plantea a los poderes públicos la necesidad de transformar las ofertas que realizan a la ciudadanía.
Por esta razón, se aprecia en los últimos años, un renacer del movimiento ciu­dadano centrado en demandas cercanas a los problemas sociales más acuciantes como, las drogodependencias, el racismo, la exclusión social..., los cuales son el escaparate de una amplia problemática existente en la población que reside en las zonas más depauperadas de la ciudad. De cara a solventar estas situaciones el movi­miento vecinal ofrece algunas alternativas para optimizar las situaciones sociales y culturales de los barrios, elaboración de estrategias novedosas de participación en las que sea viable una mayor presencia de la ciudadanía, la aparición de proyectos de empleo que absorban la inmensa cantidad de jóvenes desempleados en las zonas marginales y la articulación de acciones conjuntas desde el movimiento vecinal y los poderes públicos que ofrezcan respuestas unitarias a las demandas que se emiten desde los sectores populares.
La contribución que ha realizado el movimiento vecinal a la articulación de la sociedad civil ha sido muy importante. Ha propiciado la organización de grupos y colectivos, ha difundido la cultura democrática a base de facilitar las prácticas colec­tivas de participación, ha puesto en marcha asambleas, reuniones de todo tipo, actos multitudinarios, encuentros, jornadas de trabajo. Por otro lado, ha sido generador de toma de conciencia individual y colectiva sobre problemas sociales, a la vez que ha contribuido a desarrollar el asociacionismo democrático, extendiendo un modelo de negociación y relación muy apropiados, incluso para que estuvieran insertadas en el patrón de diálogo institucional, como un paradigma a seguir y tener en cuenta.
La participación ciudadana debe ser el motor del movimiento vecinal y éste tendría que ser el espacio idóneo para desarrollar aquélla. Por otra parte, el movi­miento vecinal debería ser el espacio ideal para colaborar en la mejora de los pro­blemas que aquejan a las modernas sociedades, para lo cual debe diseñar un pro­grama de acción propio e independiente de cualquier institución gubernamental, en el que se tenga en cuenta la propia personalidad del movimiento ciudadano. Todo este trabajo debe realizarse siguiendo un modelo progresista, sin anquilosarse en esquemas tradicionales que ya han fracasado y sin estar vinculado a ningún partido político, ni grupo de presión empresarial, elementos éstos que distorsionarían la esencia misma del movimiento vecinal.
Una de las labores más fundamentales del movimiento vecinal, es concienciar a los ciudadanos sobre su responsabilidad en la resolución de problemas y conflic­tos en su sociedad, ya sea en el pueblo o en la ciudad, para lo cual la participación de la ciudadanía es básica en acciones que tengan una mínima continuidad durante un período de tiempo razonable. Además, como señala Lliteres (1992), las asocia­ciones y entidades que lo configuran deberían de ser verdaderas escuelas de parti­cipación vecinal, espacios privilegiados para la formación en el difícil arte de la par­ticipación y la conciencia cívica.
Por otro lado, es preciso que colabore con los poderes públicos con un senti­do de la solidaridad y la participación que fortalezca un verdadero reparto del poder entre todos los sectores sociales, de cara a una mayor unidad en las acciones de todos los actores sociales que participan en la mejora de la comunidad, por ejemplo los partidos políticos y los sindicatos, aunque siempre con la idea clara de la diferencia que debe existir entre esas formaciones y el propio movimiento vecinal. Colaboración, sí, absorción, por parte de esas instituciones de más peso y calado, no.
Consideramos que en la actual coyuntura social, el movimiento ciudadano debería ser uno de los principales resortes de los movimientos sociales, puesto que agrupa a entidades, colectivos y asociaciones de muy diverso signo y que luchan entre todas por mejorar la situación del territorio en el que desarrollan sus accio­nes. Por otra parte, en las circunstancias actuales en las que los medios de comuni­cación y las tendencias tecnológicas confieren a los ciudadanos un papel subordi­nado y un comportamiento individualista y egocéntrico, corresponde al movimien­to ciudadano realizar una gran labor social en el sentido de dinamizar a todos los colectivos sociales y poner en relación a grandes masas de personas que se van que­dando excluidas por diferentes motivos, unos por el abuso de la tecnología, pense­mos que actualmente una persona a través de Internet puede estar abastecida en todas sus necesidades sin ni siquiera salir de su domicilio, y, otros, por cuestiones de marginalidad, depauperación, desajustes personales... Todo este trabajo se torna fundamental en la actualidad para poder desarrollar una convivencia armónica, de la que tan necesitada se encuentran nuestras sociedades, que en los últimos años han visto como se incrementan ostensiblemente las situaciones de agresividad y violencia gratuita.

El fomento del asociacionismo puede favorecer la convivencia pacífica y armónica entre los diferentes grupos sociales que conforman la sociedad, en torno a un tejido social y asociativo articulado que trabaje ante las nuevas realidades que se están generando en nuestras ciudades, que a veces pueden producir roces entre diferentes colectivos, los cuales no se pueden resolver con acciones violentas, sino a través del diálogo y, en algunos casos, la negociación. Las transformaciones que se están generando en diferentes comunidades, debido a la aparición de novedosas formas de expresión, o de comportamientos diferentes a los habituales, y, también, debido a la entrada en escena de nuevas minorías étnicas, que tradicionalmente no existían en nuestro país, hay que entenderlas y tratar de resolverlas mediante el diá­logo y la comunicación. Desde nuestro punto de vista, consideramos que no exis­te mejor herramienta para articular este nuevo engranaje social que el movimiento ciudadano, tan acostumbrado a llevar adelante acciones aglutinadoras de la pobla­ción y a unir voluntades cívicas. Además, es a los ciudadanos que habitan en deter­minados espacios a los que más les interesa que estos nuevos conflictos que están empezando a surgir, se resuelvan de forma cívica y se mantengan unas buenas rela­ciones entre vecinos, huyendo de respuestas xenófobas y comportamientos agresi­vos que en nada favorecen la convivencia ciudadana.
Es también labor del movimiento ciudadano tender puentes hacia otras orga­nizaciones hermanas que desarrollan su acción en el ámbito de los movimientos sociales desde postulados ecologistas, pacifistas, feministas o de acción para el desa­rrollo y que actualmente parece que trabajan cada una para su propio beneficio o de las personas a las que sirven. Por tanto, todos los movimientos sociales deben estar unidos o, al menos, coordinados de alguna forma para que los valores alter­nativos que proponen a la sociedad, se asuman en ésta de forma unitaria, diseñan­do nuevos espacios de expresión, reivindicación y acción colectiva y que constitu­yen un panorama representativo de los intereses de toda la ciudadanía. Es preciso, además, esta coordinación porque entre todos, y también con el concurso de los poderes públicos, se puede ofrecer una alternativa diferente al modelo de sociedad existente, pasando a uno más tolerante, igualitario y cívico.
El movimiento vecinal que es uno de los que más fuerza tienen en el marco de los movimientos sociales, empieza su andadura a partir de 1960 y tiene su época más significativa a finales de los años setenta, momento en el que inicia una crisis que se ha tardado años en superar. Actualmente, las AA.W., que fueron las con- formadoras de este movimiento ciudadano, están saliendo de la situación de ostra­cismo en la que se han visto ancladas por un espacio de veinte años, pero aún el camino por recorrer es largo. En este sentido, desde la Confederación Estatal de AA.W. (C.A.V.E.), y también desde las confederaciones autonómicas, se está tra­bajando denodadamente por modernizar estas estructuras asociativas y esta labor, está teniendo más empuje desde los inicios de los años noventa.

Sin embargo, queremos resaltar la necesidad que tienen estas entidades de abrirse a sus comunidades y regenerar los cargos directivos de las mismas, con la inclusión de personas más jóvenes y el ofrecimiento de alternativas asociativas a los sectores juveniles de las comunidades en las que se insertan. Si no consiguen ganar esta batalla al tiempo y propician que los jóvenes entren masivamente en sus loca­les, ilusionándolos con actividades diversas y haciendo crecer en ellos la conciencia de barrio, pueblo o ciudad, la partida estará prácticamente perdida y unas entidades que han sido, de verdad, escuelas de democracia y sinónimo de participación eficaz de la ciudadanía, quedarán obsoletas definitivamente y tendrán una muerte lenta y de espaldas a la población que ya no las sentirá como suyas.
Por otra parte, es preciso tener mucho cuidado con la proyección pública y la imagen que algunas AA.VY. pueden trasladar a la sociedad. En los años noventa y como consecuencia de los brotes racistas en algunos barrios de nuestras grandes ciudades, algunos directivos de entidades vecinales se han erigido en cabecillas de movimientos populares contrarios a determinados colectivos sociales, concretando esta actitud en movilizaciones tendentes a impedir la ubicación de viviendas cerca del barrio en el que se habita, o la expulsión de posibles residentes de otras etnias en viviendas de alquiler situadas en el propio barrio.
Desde el movimiento vecinal es imprescindible no minimizar estas actuacio­nes y darles la relevancia que de verdad tienen, porque pueden constituir el embrión de futuros enfrentamientos entre colectivos que tradicionalmente han estado excluidos, todos ellos, y que ahora por tener una vivienda, más o menos digna, se está consiguiendo el enfrentamiento entre sectores sociales que nunca habían teni­do confrontaciones. Es preciso que el tejido asociativo pueda tener relevancia en estas situaciones y poder expresar su voz de concordia y comunicación, sin ser presa del olvido social que han sufrido las mismas durante los años ochenta, como indica Villasante (1991).
Comprendemos que solucionar estos problemas es difícil, al igual que es com­plicado resolver toda la problemática que plantean los ciudadanos, pero es necesa­rio una comunicación cercana con los vecinos y no un desprecio por parte de los que en verdad deciden, de las propuestas que formulan los mismos, para resolver los problemas de los espacios que mejor conocen, sus propios barrios. La pro­blemática en la reubicación de ciudadanos, los problemas de absentismo y fracaso escolar y la escasez de programas que faciliten el desarrollo de las zonas más des­favorecidas, generan acciones reivindicativas entre la ciudadanía que se sienten olvi­dados por parte de la Administración.

Ante este estado de cosas, es el propio movimiento ciudadano el que tiene la responsabilidad de difundir sus propuestas de justicia social, tolerancia, solidari­dad y diálogo que han sido tradicionalmente su carta de presentación. También es cierto, que durante estos años noventa, diversas personas representativas del movimiento vecinal se han alejado ostensiblemente de las posturas más recalci­trantes, violentas y xenófobas que han mostrado diferentes líderes vecinales y han manifestado la voluntad ciudadana de convivencia pacífica y de conseguir la armonía social, dejando en su justo espacio este tipo de situaciones y hechos lamentables. Como los producidos hace sólo varios meses en la comarca del poniente almeriense.
En indudable que los pueblos y ciudades necesitan un movimiento vecinal potente que favorezca una proximidad sincera entre los ciudadanos, configurando redes sociales de comunicación y el desarrollo de las relaciones interpersonales y de Las asociaciones de todo signo, poniendo en marcha todas aquellas acciones nece­sarias para la vertebración eficaz del movimiento vecinal. Esto redundará en una participación eficaz de la ciudadanía en la toma de decisiones en aquellas actuacio­nes que atañen directamente al territorio cercano y reclaman el protagonismo expreso de los vecinos en las mismas.
5. LOS ESPACIOS EDUCATIVOS EN EL MOVIMIENTO VECINAL
En el transcurso del tiempo el movimiento ciudadano ha tenido una trans­cendencia relevante porque ha contribuido a propiciar cambios sociales en bas­tantes sociedades que de otro modo hubieran tardado más en evolucionar. Pero, es te trabajo callado y discreto del movimiento vecinal no ha tenido la proyección social que hubiera sido deseable y esto lo podemos achacar a diferentes factores. Sin embargo, la labor que ha puesto en marcha y que ha ido sucediéndose a lo largo del tiempo ha originado un estrato de formación que nos aboca a confirmar la presencia de un espacio educativo propio y genuino en el marco del movimien­to vecinal.
En algunos casos, la cercanía de la administración pública hacia los ciudada­nos, a través de políticas locales próximas a las carencias que ha tenido la ciuda­danía, ha favorecido la aparición de estos espacios educativos en el movimiento ciu­dadano. Esta situación se ha repetido prácticamente en todo el planeta, pero es quizá en el continente europeo en el que se ha conseguido de una forma más clara, una aproximación de las leyes de régimen local al ciudadano, de forma que se potencie la participación del pueblo. La puesta en marcha de una política local que tiene su especificidad en la aprobación de leyes de bases de régimen local y en los reglamentos de participación ciudadana, constituyen factores legislativos que favo­recen sobremanera una participación popular en el cambio de la comunidad y en la orientación de las acciones a llevar a cabo en su entorno.
El diseño de una identidad social y cultural fundamentada en el espacio geográfico, es un pilar básico para conformar un espacio educativo propio y singu­lar. En este sentido, los vínculos que establecen las personas que habitan en un mismo territorio y el conocimiento de las mismas, potencia su orgullo de sentirse reinos de ese pueblo, barrio, colectividad... Todo esto facilita la conformación de las fronteras de la identidad ciudadana, lo cual permite la articulación de una culto­ra propia y un sentimiento de barrio o pueblo peculiar.
Las reivindicaciones populares que pretenden la optimización de la calidad de vida de un segmento de la población, son la causa del desarrollo de un movimien­to vecinal que, en este trabajo constante, va conformando un espacio educativo genuino y diferente del de los demás. Pero, como señala Luque (1995), la intención educativa no la encontramos en la finalidad última de la acción social, pero en el proceso que nos lleva a la misma, se desencadenan situaciones que modifican la conciencia colectiva y facilitan la capacidad de organización de la comunidad, lo cual nos permite aseverar que nos encontramos ante objetivos educativos que dimanan del proceso llevado a cabo en estas acciones.
El movimiento ciudadano procura insertarse en un modelo participativo de carácter autónomo. Mediante la participación de todos, es posible alcanzar la con­figuración de una sociedad en la que quepan todos y esto hay que conseguirlo mediante la mejora de las condiciones de vida de la población. Es el marco del teji­do asociativo en el que surge una cultura de la vida diaria, puesto que es en el mismo en el que el ciudadano se transforma en un actor social activo y creativo que propicia la aparición de un espacio de calidad de vida mejor, desde su propia aso­ciación.
Es evidente, que el movimiento ciudadano debe transformarse y adaptarse a las nuevas realidades, porque las propuestas que antaño dieron origen al movi­miento vecinal durante los años sesenta y setenta del siglo XX, ya no se ajustan a las necesidades sociales de este inicio del milenio. Por consiguiente, es muy necesa­rio preservar lo auténtico, lo genuino, es decir, la participación, el protagonismo vecinal, la inmersión en el tejido social y vayámonos distanciando de aquello que no sea lo esencial. Hoy en día las asociaciones tienen que tener una gran creatividad, para poderse adaptar con rapidez a los tremendos cambios que se generan y a la velocidad de los mismos. Por tanto, deben captar a más ciudadanos, sobre todo a los sectores juveniles, generar servicios útiles para la comunidad y saber alzarse como un interlocutor con los poderes públicos. Sin embargo, para hacer estas labo­res debe contar con un programa ciudadano genuino, que no se encuentre vincula­do a ninguna formación política o similar, es decir que sea completamente autóno­mo y favorezca la voluntad de participación de la comunidad en la que esté inserta la asociación.
En la actualidad, el movimiento ciudadano es preciso que siga con sus reivin­dicaciones, porque constituye un estilo propio de actuación social, sin embargo, también es necesario que adquiera nuevas facetas como la de la gestión participativa, de cara a ofrecer a la ciudadanía aportaciones novedosas que cubran las carencías con las que hoy se encuentra la comunidad y, a su vez, sea capaz de generar espacios nuevos para la participación y el diálogo ciudadano. Nos encontramos en un mundo nuevo en el que el movimiento asociativo tiene que adaptarse a los cam­bios, de este modo, las asociaciones vecinales tienen que adaptar sus estructuras a las nuevas realidades presentando ideas, generando estrategias participativas, orga­nizando a la comunidad, poniendo en marcha servicios que hasta ahora no habían iniciado y todas estas tareas, difundirlas, elaborar medios de propaganda para que se pueda valorar la tarea llevada a cabo.
En esta línea, se encuentran actualmente muchas asociaciones establecidas tradicionalmente en los barrios y pueblos del Estado, porque saben que si no ponen en juego todos los factores citados quedarán rápidamente obsoletas y serán entida­des que no responderán a una sociedad que está en marcha y se transforma a pasos agigantados. Generalmente, estas entidades siguen cubriendo un territorio concre­to, porque como indica Puig (1994), sus acciones están motivadas por las necesida­des y carencias específicas de la ciudadanía que habita un barrio, pueblo o ciudad, pero, en cualquier caso, tienen que seguir transformándose si quieren ser genera­doras de cambio en su comunidad, como antaño lo fueron, si no es así, no tienen futuro e irán adoleciendo lánguidamente hasta desaparecer.
Es preciso volver a las motivaciones originales que propiciaron la aparición del movimiento vecinal, es decir, surgir de la propia comunidad y organizarse en ésta, favoreciendo la creación de un tejido asociativo que pueda favorecer la búsqueda de alternativas a la problemática que exista en el entorno. Consideramos que el movimiento ciudadano es básico, de cara a generar unos espacios convivenciales, en los que los ciudadanos establezcan relaciones de participación y se pueda vivir con dignidad. Es evidente, que si aparecen estos espacios mencionados, puedan dar a la creación de otros de carácter educativo, en los que la convivencia y el diá­logo sean la base de la convivencia y la participación ciudadana.
Nuestra experiencia de trabajo en el ámbito ciudadano nos corrobora que en el movimiento vecinal se originan procesos educativos que los podríamos situar en el marco de la educación no formal e informal. Algunos ejemplos de esto pueden ser los cursos que se han organizado en algunos barrios de Sevilla, para concienciar la población sobre determinadas cuestiones de salud, los cuales se han celebrado locales de determinadas asociaciones de los mismos, otorgando al final de dichos os un diploma acreditativo avalado por el Servicio Andaluz de Salud, estas actividades se pueden encuadrar dentro de la educación no formal.
Por otro lado, en multitud de asociaciones se organizan ciclos de conferencias, charlas, mesas redondas, etc., relacionadas con temas que interesan a la población y que tienen una influencia positiva y formativa sobre la comunidad a la que se dirige, encontrándose estas actividades en el contexto de la educación informal. Estos espacios educativos se generan en el ámbito de la vida cotidiana y las accio­nes reivindicativas que llevan adelante todas estas entidades también y, aunque las mismas no tengan un cariz educativo, porque lo que se pretende es mejorar la cali­dad de vida de los miembros de una determinada comunidad, las acciones que se llevan a cabo para conseguir estos propósitos, sí son educativas, porque el proce­so es formativo.
Para que las acciones del tejido asociativo puedan llevarse a cabo es preciso la participación ciudadana, porque ésta facilita el propio desarrollo del asociacionismo y propicia la concienciación, capacitación y organización de la población. Pero, para esto, es necesario que el ciudadano tenga una formación que le permita parti­cipar en la comunidad, como señala Pérez Serrano (1999), y la misma se adquiere desde el propio movimiento vecinal. Esta formación facilita el desarrollo de capa­cidades sociales, que bien orientadas originan recursos y los mismos propician el cambio del espacio social. Luque (1995) señala que a través de este proceso se incorporan recursos educativos que revierten en beneficio de toda la comunidad.
Uno de los factores más importantes que inciden en la mejora de la comuni­dad, es tomar conciencia sobre la propia realidad en la que se habita, porque ésta nos va a permitir pasar desde una perspectiva personal del problema social hacia una dimensión comunitaria. Lo anterior, facilita la capacitación de los sujetos en la adquisición de recursos que faciliten la puesta en marcha de las propuestas estable­cidas. Además, todo esto contribuye a la organización de la comunidad, permitien­do que los ciudadanos puedan afrontar los problemas de la misma de manera colec­tiva, obteniendo así, unos resultados más amplios. Finalmente, una vez que la comunidad se ha organizado convenientemente, se pueden decidir colectivamente las acciones más adecuadas para el cambio de la realidad social en la que nos halle­mos insertos. Es, en este punto, cuando la comunidad tiene que responder ante el problema suscitado y tiene que emerger la capacidad de ésta para movilizarse y rei­vindicar colectivamente.
Una vez conseguidas las finalidades prefijadas, conviene mantener el trabajo ciudadano, de cara a impedir que el proceso de movilización se paralice y, de este modo, incrementar los espacios educativos. Sin embargo, lo anterior sólo se logrará si el desarrollo del tejido social ha facilitado la participación de las bases sociales de forma eficaz, en los procesos que se han llevado a cabo.
En relación con todo lo expuesto, podemos considerar que el movimiento ciu­dadano es un auténtico espacio educativo, en el que se aprehenden conductas cívi­cas y se asumen valores sociales. En este sentido, las asociaciones de vecinos, que tradicionalmente han sido las entidades más significativas del movimiento ciudada­no, se las ha considerado como escuelas de democracia, debido a los procesos edu­cativos que han originado en personas que posteriormente han desarrollado su acti­vidad en el ámbito político, sindical, empresarial...
Estamos situados frente a unas entidades que por su propia personalidad ciu­dadana, originan recursos formativos para todos los vecinos que habitan un deter­minado territorio. La plasmación de esto la encontramos en la necesidad que tienen los ciudadanos de redactar escritos, informes..., para presentarlos ante su propia entidad o en otras instancias o, bien, mantener entrevistas, encuentros y similares con representantes de la administración. Por otro lado, la elaboración de balances económicos de gestión, o de presupuestos, requiere conocer rudimentos de conta­bilidad que nos permitan llevar adelante nuestra labor. Por otra parte, los ciudada­nos se adiestran en el manejo de técnicas de dinámica de grupos, puesto que se organizan y coordinan bastantes asambleas, reuniones..., las cuales necesitan de una formación específica en estas cuestiones, si queremos que la actividad salga media­namente bien.
Quisiéramos señalar también, que la puesta en marcha de los modelos pedagó­gicos precisos que nos sirvan para concienciar a la ciudadanía en determinadas situaciones sociales, implica dominar una serie de técnicas que se aprenden con gran profusión en la labor diaria del mundo asociativo. En esta línea, la redacción de trípticos, dípticos, hojillas informativas, circulares..., la edición de boletines, periódicos..., implica el concurso de unos métodos de trabajo específicos que pro­picien óptimos resultados y que la forma más fácil de adquirirlos es mediante el tra­bajo en colectivos, grupos y asociaciones.
En otro orden de cosas, reseñar que todos los argumentos expuestos, nos indi­can que el movimiento ciudadano se configura como un espacio educativo especí­fico, en el cual los ciudadanos que participan mejoran personal y socialmente, revir­tiendo estas mejoras en el ámbito individual y colectivo, con lo cual se incrementa la calidad de vida de la población y se transforma positivamente la sociedad. Es más, podríamos decir que nos encontramos ante procesos de educación perma­nente, puesto que los mismos se extienden a lo largo de toda la vida de los sujetos v son necesarios para adaptarse a las nuevas realidades que se van modificando a una velocidad de vértigo.
En definitiva, indicar que los espacios educativos se configuran desde tres fac­tores básicos: la educación, la participación y la transformación social. Es preciso señalar la relevancia de los espacios educativos en el movimiento vecinal y como se generan procesos educativos no formales e informales en el marco de la vida coti­diana y, específicamente, en el ámbito de las acciones llevadas a cabo por la ciuda­danía de cara al cambio social. No obstante, en estas acciones la finalidad última no suele ser formativa, sino que se caracteriza por sus peculiaridades sociales y políti­cas, pero el proceso que se sigue en las mismas, sí es educativo y permite hablar de una formación del ciudadano para la democracia.
A continuación vamos a analizar dos ejemplos de asociaciones y entidades que trabajan en el movimiento ciudadano y en las que podemos encontrar algunos ras­gos de los que hemos venido mencionando hasta ahora.
6. MOVIMIENTO CIUDADANO. ESTUDIO DE CASOS
6.1 La Asociación de Vecinos "Solidaridad"
Esta entidad se encuentra ubicada en la c/Madre del Salvador n° 1, de la barriada de Las Letanías en el Polígono Sur de Sevilla.
Origen y evolución. Esta A.W. surgió debido a la cantidad de problemas con los que se encuentra la ciudadanía de la barriada desde la entrega de las vivien­das en 1971. La población era de aluvión, procedente de los lugares más dispares de la ciudad, tanto del centro y barrios tradicionales como de refugios y albergues provisionales municipales. Algunos de los problemas más significativos y que más movilizaron en sus inicios a la población del barrio fueron los siguientes: alumbra­do público, señalización de tráfico, humedad en las viviendas, limpieza de las calles y viales, seguridad ciudadana, falta de centros escolares... Todo esto propicia que en 1975 se constituya la asociación.
Una de las primeras reivindicaciones de la nueva entidad era disponer de un lugar propio, en este sentido se hicieron gestiones ante Ministerio de Obras Públicas y se consiguió la cesión del local en el que aún hoy se encuentra la asocia­ción. Previamente a la constitución formal de la entidad se tuvieron que resolver problemas graves, como la falta de escuelas, que los vecinos fueron gestionando y consiguiendo.
Algunas acciones vecinales, como las campañas de limpieza sirvieron sobre­manera para unir a la población de la nueva barriada porque era una acción colec­tiva en la que participaban una gran mayoría de vecinos. El problema de la hume­dad ha sido recurrente durante años y no ha sido hasta 1990, cuando se le dio una solución definitiva al mismo. Otro problema que se reivindicó durante años fue el cambio de canalizaciones para el suministro del gas natural, que finalmente se con­siguió tras años de luchas y movilizaciones.
La entidad tiene unos cuatrocientos socios en la actualidad, de los cuales la mayoría son de la barriada de Las Letanías y algunos de las zonas adyacentes. Son personas de la clase obrera y su cualificación profesional es escasa, por lo que el empleo en muchas de ellas es precario. Aunque hay algunas personas que desem­peñan puestos de alto nivel y bien remunerados en la administración pública, pero éstas son una minoría muy pequeña. A nivel académico, son personas con baja titu­lación académica, salvo algunos diplomados y licenciados.
Organización interna. La asociación está vertebrada en varias vocalías, tales como: urbanismo, mujer, cultura, deportes, juventud, economía-tesorería, éstas junto con la presidencia y la secretaría configuran la organización de la entidad. Estas vocalías con las que elaboran el plan de trabajo para cada año. Al margen de esta estructura hay establecida varias comisiones de trabajo que se ocupan, de forma permanente, de asuntos que atañen a la barriada y su duración es indefinida.
En este sentido, ha estado trabajando durante años una comisión que se ha encargado de gestionar, a través de un plan conjunto con la Empresa Municipal de Aguas de Sevilla S.A., Consejería de Obras Públicas y Ayuntamiento de Sevilla, la instalación de contadores de agua individuales para cada vivienda, ya que los que había eran colectivos y originaban muchos problemas entre vecinos. Finalmente esta reivindicación se ha conseguido. También trabaja una comisión encargada de reivindicar locales sociales para la barriada, ya que la misma es deficitaria de éstos, pero los mismos aún no se han conseguido. También funciona constantemente una comisión que se encarga de organizar la Cabalgata de Reyes que recorre cada año la barriada.
Objetivos. Los objetivos de la asociación son los siguientes:
El objetivo general es muy amplio y abarca todos los ámbitos de actuación de la asociación:
  Conseguir la mejora general de la barriada.
Los objetivos específicos pretenden optimizar los recursos existentes o facili­tar la toma de conciencia de la ciudadanía:
Ayudar a los vecinos en todos los problemas que sean competencia de la A.W.
  Favorecer los procesos de participación de los vecinos en sus propios blo­ques, la barriada y en todo el Polígono Sur.
  Desarrollar la coordinación con el resto de AA.W. de Sevilla, a través de la participación activa, en la Federación de AA.W. de Sevilla "Unidad".
Potenciar el proceso de reivindicaciones, iniciado por todas las entidades del Polígono Sur, en lucha por sus justas demandas.
Actividades. Las actividades que desarrolla la entidad son las siguientes:
  Talleres de manualidades, cestería, cerámica, pintura, dirigidos, fundamen­talmente, a las mujeres.

Talleres de guitarra, mecanografía, informática, dirigidos a la juventud.
  Participación en los juegos municipales de fútbol, en las categorías infantil y juvenil, y que se dirige a los sectores infantiles y juveniles de la barriada.
    Organización de un campeonato de futbito, a través de la Vocalía de Juventud, para jóvenes entre 14 y 18 años y que se extiende durante todo el curso.
Biblioteca pública abierta todos los días.
Por otro lado, en relación con fechas importantes en el almanaque se celebran actividades específicas, tales como:
  Navidad, con la celebración de actividades navideñas, organizando tómbo­las, convivencias-fiestas, venta de boletos (para la Cabalgata de Reyes), y otros actos convivenciales.
  Día de Andalucía. Se celebra este día con actos reivindicativos en los que se invita a representantes de los partidos políticos para que hablen sobre Andalucía y, posteriormente, se celebran actos festivos, como actuaciones musicales, concursos de dibujo y de redacción para escolares, campeonatos de juegos de mesa o encuentros deportivos.
  Día de la Mujer Trabajadora. Se organiza una mesa redonda en la que parti­cipan diversas mujeres relevantes que disertan sobre el tema del día. Se elabo­ra un boletín informativo sobre la mujer trabajadora que se envía a todos los vecinos y se hace una exposición del trabajo que realizan las mujeres de la aso­ciación en los talleres.
  Día Io de Mayo. Se organiza una charla en la que participa alguna persona relevante del mundo obrero y expone sus conclusiones respecto al tema del empleo. También es costumbre proyectar una película y realizar un cine fórum para debatir sobre este tema entre los socios de la entidad. También se elabo­ra un boletín especial relativo a la jornada festiva.
  Semana Cultural. Se celebra habitualmente a finales de junio y el programa de actos es de carácter recreativo, deportivo, festivo, cultural y social.
Consideraciones finales. Todas las actividades que realiza la asociación tie­nen una amplia repercusión en la barriada, aunque sería preciso que el componen­te juvenil de la misma accediera más a las mismas y no se centrara sólo en las acti­vidades deportivas. No obstante, en relación a la participación juvenil que encon­tramos en otras AA.W., en ésta la misma es mucho más elevada y se va produ­ciendo un relevo generacional importante.
Consideramos que esta A.W., al igual que otras de nuestra ciudad, puede ser jn espacio idóneo, para la realización de prácticas de alumnado de la licenciatura en pedagogía, porque los movimientos sociales y específicamente el vecinal, constitu- Te un espacio educativo propio y muy significativo. Aunque con esta entidad, en concreto, no hay un convenio de colaboración expreso para la realización de prác­ticas, si que en algunas ocasiones alumnado de segundo y, sobre todo, de tercer ocio, han participado en sus actividades de forma puntual, lo que ha permitido la infusión del trabajo que realiza esta entidad en el mundo universitario. Esta A.VY. na tenido durante años un convenio de colaboración para prácticas con la Escuela _ niversitaria de Trabajo Social y han pasado por sus locales bastantes estudiantes ¿e los cursos 2o y 3o de la diplomatura.
En esta misma línea de trabajo vecinal, pero desde una perspectiva étnica no incluyente podemos analizar a continuación una asociación vecinal que tiene unas aracterísticas muy peculiares, nos referimos a la Asociación Gitana "Villela or Gao Caló" (Viene el Pueblo Gitano).
6.2 Asociación Gitana "Villela Or Gao Caló
La asociación "Villela Or Gao Caló" está ubicada en el local n° 13, de la antigua barriada de La Paz en el Polígono Sur de Sevilla.
Origen y evolución. La asociación se constituye en 1978, aunque con ante­rioridad, desde principios de los setenta, algunos miembros del mismo venían rea­lzando acciones tendentes a la mejora de las condiciones de vida de los gitanos del lector. La sede de la entidad se ubicó en el local de la antigua asociación de cabezas de familia, ya que la mayoría de las personas que acudían a la misma a finales e los años setenta eran gitanas. La institución no nació con vocación estricta de barrio, sino que quería proyectarse a toda la provincia, puesto que la misma denominación así lo afirmaba: Centro Provincial de Cultura y Desarrollo Gitano "Villela r chivé" (Viene el día).
El primer presidente de la entidad fue D. Mariano Vizarraga Suárez (Tío 10) y el Vicepresidente D. Rafael Fernández Santiago (Tío Rafael), ambos ron figuras emblemáticas en la lucha del pueblo gitano por su dignidad social y colectiva. El Tío Mariano prorrogó su mandato hasta 1989, fecha en que se retiró dio paso a otras personas más jóvenes que siguieran sus pasos. En 1993 la entidad cambió de nombre y de área de influencia, convirtiéndose en una asociación k pasó a denominarse con el nombre que la conocemos actualmente.
La asociación a lo largo de su andadura ha puesto en marcha iniciativas muy interesantes, como por ejemplo la creación del Servicio de Atención al Menor VM). Esta institución, dentro de otra, fue muy significativa a nivel provincial y regional en el trabajo con menores conflictivos y aportó una serie de alternativas a unos colectivos sociales altamente desfavorecidos y con unas perspectivas vitales muy cortas. Tan importante fue su trabajo que se le concedió a la entidad, la Medalla de Andalucía en 1992, por la labor realizada por el SAM.
Por otro lado, los dirigentes de la asociación han sido una pieza clave para la constitución y desarrollo de la Federación de Asociaciones Romaníes de Andalucía (FARA). A través de este organismo regional, la entidad puso en marcha en Sevilla, a finales de los años ochenta, el Plan de Escolarización Infantil y Animación Sociocultural en Asentamientos Chabolistas, el cual estaba patrocinado por la Secretaría de Aplicaciones para la Comunidad Gitana de la Consejería de Trabajo y Asuntos Sociales de la Junta de Andalucía. El Plan fue tan aceptado que, poste­riormente, la FARA lo aplicó por toda Andalucía.
La asociación cuenta con 200 socios, la mayoría de los cuales provienen de familias gitanas del Polígono Sur, aunque hay socios que no pertenecen a esta etnia. Todas estas personas suelen provenir de las capas más desfavorecidas de la socie­dad y el trabajo mayoritario es el de la venta ambulante.
Organización interna. La entidad se estructura en vocalías, encontrándonos con las de Presidencia, Secretaría, Tesorería, Salud, Cultura, Juventud, Infancia, Urbanismo... Es digno de mención la existencia de una vocalía de Infancia, lo cual no es habitual en las asociaciones vecinales, sin embargo en esta entidad se le otor­ga gran importancia al trabajo con los niños, para que vayan viviendo la vida aso­ciativa desde pequeños y puedan adherirse a las estructuras de la asociación duran­te su juventud, permaneciendo en las mismas hasta la madurez e incluso la vejez. Aún no se ha llegado a que una persona haga el recorrido citado debido a que este trabajo no comenzó hace muchos años, pero ya hay bastantes miembros del Centro que son adultos y que pasaron por las actividades juveniles que organiza­ba la entidad.
La buena organización es la clave para el funcionamiento idóneo de la institu­ción. En esta línea, todas las semanas se reúnen los miembros de la Junta Directiva, compuesta por los representantes de las vocalías antes mencionadas, y debaten sobre los problemas más significativos para la asociación. Esta sistematicidad en el trabajo ha favorecido mucho la actuación en determinados momentos críticos, tanto en el desarrollo de actividades, como en la resolución de conflictos internos y externos.
Objetivos. El objetivo general que se plantea la asociación es: propiciar el desarrollo del pueblo gitano en todas sus vertientes y facilitar el diálogo y la comu­nicación con todas las personas sean o no gitanas.
Los objetivos específicos de la entidad son los siguientes:
   Generar toda una batería de actividades que impliquen la mejora de la cali­dad de vida de la población gitana, a través de programas de salud, educación, prestaciones sociales, etc.
  Favorecer todos los servicios y los programas que lleva adelante la asocia­ción, a través de movilizar todos los elementos necesarios para que las activi­dades programadas puedan realizarse.
  Articular políticas de coordinación que favorezcan un trabajo estable y con­tinuo con todas las entidades vecinales del Polígono Sur, con la intención de participar en cuantas acciones tengan lugar para la mejora de las condiciones de vida en el barrio.
   Conseguir el pleno desarrollo del asociacionismo gitano en Andalucía a través de la participación en la FARA y la mejora de la población gitana en todo el Estado.
   Favorecer acciones tendentes a extender y dar a conocer la cultura gitana, para poder convivir con la dominante y poder estar en un espacio de respeto entre ambas.
Actividades. Las actividades que ha venido realizando la entidad en los últi­mos años son muy diversas, señalaremos a continuación las más significativas:
   Participación activa en las acciones generales que se han venido desarro­llando en el Polígono Sur para mejorar la calidad de vida en el mismo, lle­vando a cabo estas acciones de forma coordinada, con las demás asociacio­nes del sector.
  Participación activa en todas las acciones emprendidas por la FARA, a nivel andaluz, para el desarrollo del pueblo gitano en nuestra comunidad.
    Desarrollo de todo un extenso programa de actividades dirigidas a los menores en situación de desventaja social y a las instituciones del sector, a través del SAM.
         Celebración del 22 de noviembre como el día de los gitanos andaluces. El i Centro consiguió que esta propuesta, elaborada desde el mismo, la aprobara el
Parlamento de Andalucía en 1995 y, a partir de esos momentos, se reconoce I este día en toda la comunidad autónoma.
  Celebración del día 28 de febrero, día de Andalucía.
  Celebración de las navidades, sobre todo los días 24 y 31 de diciembre.
Diseño, programación y puesta en marcha de semanas culturales.
   Desarrollo de una serie de talleres para los niños y jóvenes gitanos, tales como: mecanografía, fotografía, apoyo a la escolarización, corte y confección...
Puesta en marcha de programas de prevención de las drogodependencias.
  Programas de matriculación de adolescentes gitanos en los institutos de formación profesional y educación secundaria.
Realización de excursiones, acampadas, campamentos para niños y jóvenes.
Participación en las diferentes ligas deportivas que se celebran en el barrio y en el Distrito Sur de Sevilla, sobre todo en deportes como el fútbol.

Consideraciones finales. En la mayoría de las actividades, el sector joven es el predominante, acudiendo los mayores de cuarenta años sólo a algunas muy pun­tuales. Estas actividades están abiertas a todos los vecinos del barrio, no sólo a los gitanos, por lo que encontramos a algunos de estos ciudadanos en las acciones que organiza la entidad, sobre todo las de carácter más lúdico.
La entidad tiene establecido un convenio de colaboración con la Facultad de Ciencias de la Educación, desde hace más de diez años y en virtud del mismo, muchos jóvenes estudiantes de la licenciatura en pedagogía de 5o curso realizan sus prácticas en la asociación, aportando sus conocimientos pedagógicos a todas las actividades que se realizan en el mismo. Incluso algunos estudiantes han encontra­do empleo en este campo de la interculturalidad con el pueblo gitano, en diferen­tes programas de acción, llevados a cabo por entidades gitanas, o directamente por la Secretaría Gitana de la Consejería de Asuntos Sociales de la Junta de Andalucía.
La asociación ha propiciado el trabajo comunitario en el marco de su entorno más próximo, comportándose de hecho como una asociación de vecinos y, a su vez, realiza acciones tendentes a la mejora de la calidad de vida del pueblo gitano que reside en el Polígono Sur y participa, con este mismo objetivo, en acciones de la FARA a nivel de Andalucía.
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