26/05/14
Žižek:
Comienza una era de peligro, con varias potencias
Según
Zizek, la era estadounidense terminó y ahora existen múltiples centros de
capitalismo global que conviven en tensión. “Cayó el Muro pero surgen muros por
todas partes”, sostiene.
Conocer a una sociedad no es conocer sólo sus
reglas explícitas. También hay que saber cómo aplicarlas: cuándo utilizarlas,
cuándo violarlas, cuándo desechar una alternativa, y cuando en realidad estamos
obligados a hacer algo pero tenemos que fingir que lo hacemos libremente.
Consideremos la paradoja, por ejemplo, de los ofrecimientos hechos para que se
rechacen. Cuando un tío mío rico me invita a un restaurante, los dos sabemos
que él pagará la cuenta, pero de todos modos yo tengo que insistir un poco en
que la compartamos: imagínense mi sorpresa si mi tío simplemente dijera:
“Bueno, OK, pagála vos”.
Durante los caóticos años post-soviéticos del
gobierno de Yeltsin en Rusia hubo un problema similar. Aunque las reglas
legales se conocían, y en gran medida eran las mismas que bajo la Unión
Soviética, la compleja trama de reglas implícitas, no escritas, que sostenían
todo el edificio social, se desintegraron. En la Unión Soviética, si querías
una mejor atención hospitalaria, digamos, o un departamento nuevo, si tenías
una queja contra las autoridades, si te citaban en los tribunales o querías que
tu hijo o hija fueran aceptados en una escuela del mejor nivel, conocías las
reglas tácitas. Sabías a quién tenías que dirigirte o coimear, qué podías hacer
y qué no. Después del derrumbe del poder soviético, uno de los aspectos más
frustrantes de la vida cotidiana para la gente común fue que estas reglas
tácitas se volvieron seriamente difusas. La gente sencillamente no sabía cómo
reaccionar, cómo vincularse con las disposiciones legales explícitas, qué se
podía pasar por alto y dónde funcionaba la coima. (Una de las funciones del
crimen organizado fue proporcionar una especie de legalidad sustituta. Si
tenías un pequeño negocio y un cliente te debía dinero, llamabas a tu protector
de la mafia, que se ocupaba del asunto ya que el sistema legal del estado era
ineficaz.) La estabilización de la sociedad bajo el reinado de Putin se debió
mayormente al restablecimiento de la transparencia de las normas no escritas. Ahora,
otra vez, gran parte de la gente vuelve a entender la compleja telaraña de las
interacciones sociales.
En política internacional todavía no hemos
llegado a esta etapa. Durante la década de 1990 un pacto no hablado regulaba la
relación entre las grandes potencias occidentales y Rusia. Las naciones
occidentales trataban a Rusia como una gran potencia, a condición de que Rusia
no actuara como tal. ¿Pero qué ocurre si la persona a la que se le hace el
ofrecimiento para que lo rechace en realidad lo acepta? ¿Qué ocurre si Rusia
empieza a actuar como una gran potencia? Una situación así es verdaderamente
catastrófica, una amenaza para todo el tejido de relaciones existente: como
pasó hace cinco años en Georgia. Cansada de que sólo la trataran como a una superpotencia,
Rusia actuó realmente como tal.
¿Cómo se llegó a esto? El siglo estadounidense
terminó, y hemos entrado en un período en el cual se han ido formando múltiples
centros de capitalismo global. En EE.UU., Europa, China y tal vez América
Latina, también, los sistemas capitalistas se han desarrollado con
orientaciones específicas: EE.UU. apoya el capitalismo neoliberal, Europa lo
que queda del Estado de Bienestar, China al capitalismo autoritario, América
Latina al capitalismo populista. Luego de que fracasara el intento de EE.UU. de
imponerse como única superpotencia –el policía universal– se da ahora la
necesidad de establecer las reglas de interacción entre estos centros locales
en lo que hace a sus intereses en conflicto.
Es por esto que nuestra época es
potencialmente más peligrosa de lo que puede parecer. Durante la Guerra Fría,
las reglas de comportamiento internacional estaban claras, garantizadas por la
locura –destrucción mutuamente asegurada– de las superpotencias. Cuando la
Unión Soviética violó estas reglas no escritas al invadir Afganistán, pagó cara
su transgresión. La guerra de Afganistán fue el comienzo de su fin. Hoy, las
nuevas y las viejas superpotencias se están probando unas a otras, tratando de
imponer su visión propia de las reglas globales, experimentando con ellas a
través de sustitutos, que, por supuesto, son otras naciones y estados más
chicos.
Karl Popper elogió cierta vez las pruebas
científicas de las hipótesis, diciendo que, de ese modo, permitimos que
nuestras hipótesis mueran en lugar nuestro. En las pruebas de hoy, los países
chicos se lastiman y hieren en lugar de los grandes: primero Georgia, hoy
Ucrania. Pese a que las argumentaciones oficiales son altamente morales y giran
en torno a los derechos humanos y las libertades, la naturaleza del asunto
queda clara. Los acontecimientos de Ucrania parecen algo similar a una segunda
parte de la crisis de Georgia: la etapa siguiente de una lucha geopolítica por
el control en un mundo desregulado y multicéntrico.
Definitivamente es momento de enseñar algunos
modales a las superpotencias, viejas y nuevas, ¿pero quién lo va a hacer?
Obviamente, sólo una entidad transnacional puede hacerse cargo: más de 200 años
atrás, Immanuel Kant vio la necesidad de un orden legal transnacional basado en
el surgimiento de la sociedad global. En su proyecto en procura de la paz
perfecta escribió: “Dado que, más estrecha o más amplia, la comunidad de los
pueblos de la Tierra se ha desarrollado tanto que una violación de derechos en
un lugar se percibe en todo el mundo, la idea de una ley de ciudadanía mundial
no es un concepto pretensioso ni exagerado.” Esto, sin embargo, nos lleva a lo
que tal vez sea la “principal contradicción” del nuevo orden mundial (si
podemos usar el viejo término maoísta): la imposibilidad de crear un orden
político global que se corresponda con la economía capitalista global. ¿Qué
pasa si, por razones estructurales, y no sólo debidas a limitaciones empíricas,
no puede haber una democracia de alcance mundial o un gobierno mundial
representativo? ¿Qué pasa si la economía de mercado global no se puede
organizar directamente como una democracia liberal global con elecciones
mundiales?
Hoy, en nuestra era de la globalización,
pagamos el precio de esta “contradicción principal”. En política, las
fijaciones de vieja data y las identidades culturales particulares, religiosas
y étnicas sustanciales, han regresado con gran fuerza. Nuestro trance está
definido hoy por esta tensión: la libre circulación global de commodities está
acompañada por crecientes separaciones en la esfera social. Desde la caída del
Muro de Berlín y el surgimiento del mercado global han empezado a surgir nuevos
muros por todas partes, que separan pueblos y culturas. Tal vez la propia supervivencia
de la humanidad dependa de resolver esta tensión.
©The New York Times
Traducción: Román García Azcárate
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