La profe María Teresa Uribe, una intelectual imprescindible
Sus análisis y reflexiones son
estudiados en todo el país. A los 75 años, su mente sigue intacta.
Por: Myriam
Bautista
Para María
Teresa, "en el posconflicto (los colombianos) tendremos que resolver cómo
volver a convivir sin matarnos".
No es
mediática. Su vida ha transcurrido de espaldas a los reflectores. Lo suyo ha
sido la investigación, la lectura, la escritura de libros, ensayos, artículos.
María Teresa Uribe de Hincapié le ha dado cara a la reflexión en grupos
pequeños, a la conversación alrededor de un tinto y en las aulas de clase en la
Universidad de Antioquia, en donde permaneció, feliz, desde 1973 hasta el 2007.
Estas actividades intelectuales propias de la profe, no ‘maestra’ y ni siquiera ‘profesora’, como le gusta que se la nombre, han trascendido la frontera de Antioquia. Su obra es estudiada en todo el país y referenciada en cientos de trabajos de académicos consagrados y de estudiantes de doctorados y maestrías.
La socióloga
describe, en el estricto orden en que desfilaron, a los participantes y se
ocupa, también, de los que no fueron nombrados, y caracteriza a la sociedad
antioqueña y su desarrollo.
“No es de
extrañar que el comercio y la minería fuesen los estamentos o sectores sociales
mejor representados y más destacados en la procesión cívica, pues también lo
eran en la realidad social de la ciudad. El comercio fue, sin lugar a dudas, el
eje estructurante de la vida medellinense del siglo XIX, lo que marcó su ethos
sociocultural y los referentes colectivos de identidad. Su importancia social
estaba dada por la capacidad de articular otras actividades económicas como la
minería y la agricultura, y por haber constituido la trama sobre la cual se
desarrollaron las funciones del crédito, la banca, el transporte y lo seguros.
Esa noción era clara y evidente para los medellinenses y, por eso, bajo la
divisa y las banderas del comercio, desfilaron los representantes de todas las
actividades económicas afines…
“Llama la
atención que un estamento tan importante para un pueblo mercantil, como los
arrieros y los cargueros o silleteros, casi todos residentes en Aguacatal y El
Poblado, estuviesen excluidos del evento; más si se tiene en cuenta lo que ha
significado para las generaciones posteriores los mitos del arriero y del
silletero. Pero en la época no se les otorgaba ningún reconocimiento, aunque en
muchas oportunidades actuaron como gremio para reclamar a la administración del
estado regional la disminución del peaje por el mal estado de las vías.